1 Samuel 25: 29—34

Mire esta historia y diga junto conmigo: ¡Qué lección tan grande aprendió David! «Bendito sea el Señor. Él evitó que matara a este hombre, impidió que yo cometiera un mal. No tengo que dar esa clase de batalla; eso le corresponde a Dios. Si hay que vengar algo, es Dios quien debe hacerlo».

Tres cosas me impresionan cuando pienso en este incidente en la vida de David y en nuestra vida hoy.

En todo lo que haga cuando surjan los conflictos, sea sabio. Si no tiene cuidado, manejará los conflictos con la energía de la carne. Pero después. . . lo lamentará. ¿Qué quiero decir con ser sabio? Bueno, que vea el panorama completo. Evite sacar conclusiones precipitadas y ver solo el lado suyo. Vea ambos lados. Considere las diferencias. Siempre hay dos lados en la calle del conflicto. Evalúe las diferencias. La otra parte de ser sabio es orar. Busque la perspectiva de Dios. Él nos dará la sabiduría que necesitamos si se la pedimos.

Tome cada conflicto tal y como se presenta. . . y luego manéjelo por separado. Es posible que usted haya ganado una batalla ayer, pero eso no contará cuando surjan las escaramuzas de hoy. Es posible que usted haya ganado una batalla ayer, pero eso no contará cuando surjan las escaramuzas de hoy. Es posible que tenga una gran dosis de paciencia hoy, pero no significará nada cuando el día de mañana venga de nuevo el ataque. Dios no nos da la paciencia a crédito. Cada día es un nuevo día.

Siempre que usted se dé cuenta de que no hay nada que pueda hacer, espere. Espere con paciencia. Los problemas sin salida exigen una firme aplicación de los frenos. No siga avanzando. Absténgase de actuar con precipitación. ¡Siempre que sea posible, aplique los frenos! Desacelere. Yo raras veces he tomado decisiones sabias cuando he actuado apresuradamente. Por otro lado, rara vez he lamentado las cosas que no dije. David evidentemente aprendió bien la lección, porque en el Salmo 40 escribe:

Pacientemente esperé al Señor;

Y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor.

Y me hizo subir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso.

Puso mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos.

Salmo 40:1, 2

El Salmo 40 no dice en ninguna parte que la situación de David había cambiado. Lo que dice es que David cambió. Cuando usted espera, es posible que su situación no cambie, pero usted si cambiará. En realidad, podrá descubrir que la razón de la espera fue para su provecho, porque era usted quien necesitaba cambiar.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.