Santiago 1:4

Mas tenga la paciencia su obra completa, para que
seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

Santiago 1:4

Somos muy volubles en nuestra fe, ¿verdad? Somos inconscientes, ambivalentes. Cantamos «Mi Fe Espera en Ti» . . . hasta que la medicina deja de funcionar, hasta que las luces se apagan, hasta que las deudas llegan y no tenemos con qué pagarlas.

Hasta que nuestras calificaciones bajan, o nuestra carrera sufre un revés, o perdemos un cónyuge . . .

¿Cómo aprendemos fe consistente? La aprendemos un día a la vez. La aprendemos mediante perseverancia. Santiago escribe: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Santiago 1:2-3). Él no está hablando de una fe quimérica que arranca en una carrera de velocidad de 100 metros y, más rápido de lo que uno piensa, se acaba. Cualquiera puede manejar ese tipo de fe. Cualquiera puede tomar una prueba de diez, quince o veinte minutos. ¿Pero de diez o quince días, o de un año, o de dos o tres? Pues bien, eso ya es otro cantar. Esa es la fe que persiste y de la que Santiago está hablando.

Adaptado del libro, Sabiduría Para el Camino: Palabras Sabias para Personas Ocupadas (Grupo Nelson 2008). Copyright © 2008 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.