2 Corintios 10:3-5
La frase célebre del comediante norteamericano Flip Wilson, «El diablo me obligó a hacerlo», fue diseñada para hacer reír, no para excusar. Sea, o no, que el comediante creyó en la existencia real de Satanás es, por el momento, inmaterial. Todo lo que él quería es hacer reír a la gente. Pero lo que hacía que fuera tan efectivo era la escena de la vida real que él estaba representando.
Aquí tenemos un personaje que ha hecho algo malo. Nadie lo puede negar, es algo malo. Pero en vez de reconocer su culpa, aceptando su completa responsabilidad por lo malo, lo esquiva al señalar al «diablo» con un dedo acusatorio. ¿Por qué nos provoca risa? Es obvio. . . y a la luz de esa rutina graciosa, también es excusable. No solo nos estamos riendo de él, nos estamos riendo de nosotros mismos —en uno de nuestros deportes interiores favoritos, el Juego del culpar. Y como él es totalmente malo e invisible (por lo tanto, no puede defenderse en tonos audibles) no hay mejor chivo expiatorio que el mismo adversario.
Pero cuando esta práctica se vuelve un hábito diario, deja de ser divertido y comienza a ser algo falso. La rutina cómica es para la escena teatral, frente a una audiencia, donde todos entienden que el personaje está comportándose como un payaso. Cuando nos convertimos en escapistas profesionales, haciéndole el quite a la responsabilidad por nuestra propia desobediencia, es cuando llevamos esto demasiado lejos.
Todo esto se clasifica bajo una categoría general. Se lo llama «la caza de brujas». No solo culpando a Satanás por cada acción mala, sino también encontrándolo en cada espacio y rincón. . . pensando que él es la fuerza sutil detrás de todo evento o encuentro maligno.
Es la milenaria mentalidad de la conspiración. Hay aquellos, por ejemplo, que ven y escuchan al diablo en ciertos niveles de la música. Nos dicen que hay que escuchar la música al revés y que será posible escuchar un mensaje satánico subliminal. . . que se asemeja a leer un libro al revés con un espejo para detectar su connotación maligna. Extraño. Nos advierten en contra de la compañía Proctor y Gamble (P & G) porque en la barba de una cara en el pequeño logotipo se incluye el número 666.
No se ría. Tantas personas creyeron esto que se animó fuertemente a boicotear la compañía. El antagonismo llegó a ser tan intenso que la compañía se vio obligada a invertir una fortuna en combatir los temores de una conexión satánica. En el año 1982, media docena de demandas judiciales fueron entabladas por P & G, que reclamaban que la compañía estaba siendo calumniada por ciertos pastores y algunos personajes en los medios. Y el ritmo sigue adelante.
Una mujer cristiana fue a la corte para conseguir cambiar su placa, CPG 666 (note las iniciales P y G), basada en el hecho de que los otros miembros de su iglesia la estaban marginando.
¿Puede creerlo? Algunas de estas cosas son simplemente fanatismo. Y algo de ello es bastante serio, cuando se refiere a que los cristianos se den cuenta de la verdad. Mañana hablaremos más sobre ese tema.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.