Salmo 131:1

Jehová, no se ha envanecido mi corazón,
ni mis ojos se enaltecieron;
Ni anduve en grandezas.

Salmo 131:1

La humildad genuina no es algo que podemos anunciar con facilidad. Otorgarse esta virtud es, como regla, abandonarla. La humildad es la flor más linda y más rara que florece. ¡Póngala en exhibición e instantáneamente se marchita y pierde su fragancia! . . . No, la humildad no es algo que se anuncia. Simplemente pertenece a la vida de uno, en el diario privado del andar de uno con Dios.

Dios dice que hay dos maneras sencillas y rápidas en las que se revela la verdadera condición del corazón. La primera es por los ojos, y la segunda es por la boca (Lucas 6:45) . . . Los consejeros perspicaces y personas sabias escuchan con atención a las palabras (lo que se dice tanto como lo que no se dice) y observan los ojos de los demás. Pronto se descubre que el corazón es como un pozo y los ojos y la lengua son como baldes que sacan agua de ese pozo. Sí en el corazón no hay verdadera humildad, los ojos lo mostrarán.

Adaptado del libro, Sabiduría Para el Camino: Palabras Sabias para Personas Ocupadas (Grupo Nelson 2008). Copyright © 2008 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.