Ester 7: 1, 2

Imagine que está nadando en un inmenso lago y que se encuentra a unos 300 o 400 metros de la playa, cuando de repente se forma una niebla anómala y esta le rodea. Usted está atrapado en ese diminuto círculo de luz difusa, pero no puede ver más allá del alcance de su brazo.

Usted y yo estamos atrapados en un pequeño espacio de este nublado lago llamado presente. Debido a que toda nuestra perspectiva se basa en este momento en el que nos encontramos, hablamos del presente, del pasado y del futuro. Si queremos saber la hora, el minuto, o el segundo, simplemente vemos nuestro reloj. Si queremos saber el día o el mes, el año o el siglo, vemos el calendario. Se trata del tiempo. Lo marcamos fácilmente, y lo medimos cuidadosamente. Todo es muy objetivo: medible, obvio y con sentido.

Pero Dios no es así en lo absoluto. En realidad Él vive y se mueve fuera de la esfera del tiempo terrenal. En su tiempo, y solamente en su tiempo, Él comienza a moverse de manera impalpable hasta que, de repente, a medida que se revela su sorprendente soberanía, se produce un cambio. Es la manera que tiene Dios de disipar la niebla, ¡lo que siempre ocurre cuando Él lo decide y cuando a Él le place!

«¿Cuál es tu petición?», le pregunta el rey a Ester. «¿Qué es lo que solicitas?» Él ya le había preguntado esto un par de veces antes, cuando ella se le acercó y él le ex tendió su centro; y después en el primer banquete. Pero Ester nunca le respondió, porque el momento no era el indicado. Este tenía un oído sensible, un corazón sabio; sentía que algo todavía no estaba totalmente bien. Por tanto, no presionó. Sabía cuándo actuar y sabía cuándo esperar.

¿Tiene usted esa misma sensibilidad? ¿Sabe cuándo escuchar? ¿Sabe cuándo hablar claro, y cuándo permanecer en silencio? ¿Sabe cuánto decir y cuándo decirlo? ¿Tiene la sabiduría para reprimirse hasta exactamente el momento preciso, para obtener los máximos resultados? Estas cosas son importantes. La pregunta es: ¿Tiene usted la suficiente sintonía con Dios para leer sus sutiles señales? Es fácil ponerse en movimiento a la primera señal de que la niebla se está disipando.

Como escribió Salomón: «Todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora . . . tiempo de callar y tiempo de hablar». (Eclesiastés 3: 1,7).

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.