1 Juan 5:20-21; Mateo 6:33

Fue la última advertencia del apóstol Juan a sus lectores:

«Queridos hijos, aléjense de todo lo que pueda ocupar el lugar de Dios en el corazón». (1 Juan 5:21)
«Tengan cuidado», decía Juan, en efecto. «Estén alertas contra toda cosa que podría ocupar el lugar en su corazón que debería ser reservado para Dios».

Juan nunca cualificó esa advertencia. El anciano apóstol deliberadamente evitó clasificar los ídolos o darnos una lista comprensiva que seguir. Es un mandato incondicional. Cualquier ídolo, sin importar su hermosura, o utilidad o propósito original, debe ser puesto a un lado para que Cristo reine supremo, sin un solo competidor.

No tengo muchas tentaciones para adorar a cosas malvadas. Son las cosas buenas que me dan problemas. No me es tan difícil rechazar algo que en sí es malo o incorrecto como lo es mantener las cosas buenas y saludables fuera del trono. Allí es donde se encuentra, creo yo, la línea de batalla.

¿Recuerda usted la experiencia de los israelitas en Números 21? Sentían calor e irritación al deambular por el desierto. Empezaron a protestar por la falta de alimento y agua. Nuevamente reclamaron por el maná. Por lo que Dios envió serpientes en medio de ellos—«serpientes ardientes»—que mordieron a muchas personas y trajeron la muerte al campamento. Reconociendo su pecado, la gente le rogó a Moisés que le pidiera a Dios que quitara las serpientes. Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce, que lo alzara sobre un palo largo . . . y toda persona que mirara a esa serpiente sería sanada. Fue una provisión divina, gloriosa—y funcionó. De hecho, Jesús lo mencionó en Juan 3:14-15 como un ejemplo de lo que Él lograría con Su muerte en la cruz. La serpiente de bronce había sido bendecida por Dios y fue, entonces, un modo efectivo de liberación.

Pero ¿sabe usted lo que sucedió con la serpiente metálica? Si no lo sabe, se va a sorprender grandemente. En 2 Reyes 18:4 leemos:

«Él [rey Ezequías] quitó los santuarios paganos, destrozó las columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la diosa Asera. Hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque la gente de Israel seguía ofreciéndole sacrificios. La serpiente de bronce se llamaba Nehustán.

Esto ocurrió alrededor del sexto siglo a. C. El acontecimiento original con las serpientes ocurrió mucho antes—cerca de 1450 a. C. Ellos habían conservado esa serpiente de bronce por unos ocho siglos. ¡Puede creerlo! La arrastraron por aquí y la cargaron por allá, la conservaron, la protegieron y la lustraron. Finalmente, la hicieron un ídolo y hasta le dieron un nombre: Nehustán. Esa palabra simplemente significa «un pedazo de bronce». Y eso era todo lo que era. Pero ellos la convirtieron en un objeto de adoración. Algo que alguna vez fue útil y efectivo había degenerado, a través de los años, hasta llegar a ser un ídolo.

Eso ocurre hoy en día. Usted puede convertir en ídolo a cualquier cosa o persona en su vida. A menudo son las cosas buenas que se acercan serpenteando sin llamar la atención, y pronto usted descubre que tienen el lugar principal en su corazón.

Ya es tiempo que estas cosas sean desentronizadas; hablaremos de ello mañana.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.