2 Samuel 7: 1—3

David trajo de nuevo el arca a Jerusalén, al pueblo de Israel. A David le había comenzado a preocupar que el arca del Señor estuviera en una tienda, mientras que él vivía en una hermosa casa. Por eso, tuvo la idea de construirle una residencia permanente a Dios en la cual estuviera todo el sagrado mobiliario. David dijo: «No está bien que el rey viva en esta hermosa casa del cedro, y que el arca de la misma presencia del Señor esté por allí en una pequeña tienda. Le construiré una casa a Dios. Quiero construir un templo en su honor». Dios nunca había morado en una casa permanente, pero David decidió hacer algo al respecto.

Quiero enfatizar, por todo lo que sabemos de él, que David no tenía ninguna motivación oculta para hacerlo. No tenía ninguna ambición egoísta. No tenía el deseo de hacerse un nombre para él mismo ni para su familia. En realidad, lo único que él quería era exaltar el nombre de Dios al construir la casa de Dios.

Es durante los interludios de la vida que tenemos tiempo para echar mano de un sueño o de un objetivo ideal. Algunos de ustedes, en un momento de tranquilidad en sus vidas, se dieron cuenta de la vocación a la que Dios les estaba llamando. Tal vez sucedió en un campamento o en un retiro, donde lanzaron en el fuego una rama de promesa, después de haber determinado el objetivo que seguirían. Quizás ocurrió una noche en la quietud de su habitación, después un culto de la iglesia. O quizás tuvo lugar en el dormitorio de su universidad mientras era un estudiante. No podía dormir, y entonces se puso a leer su Biblia y tuvo unos pensamientos que comenzaron a tener sentido. No transcurrió mucho tiempo sin que convergieran en una flecha directa que fue a dar en un nuevo y emocionante objetivo. Y usted dijo: «¡Eso es! Esa será mi tarea; allí es donde el Señor me está dirigiendo». Es en los interludios de la vida que suceden estas cosas. Usted tiene que hacer una pausa y estar calmado en esos momentos especiales para oír la voz de Dios, para sentir su dirección.

Pero permítame añadir algo más: A veces, el sueño proviene de Dios; a veces, no. Pero ambos son nobles. Ambos son grandes propósitos. Ambos son ideales. Pero cuando el sueño no es de Dios, no se cumplirá, ni debe cumplirse.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.