2 Timoteo 3:16-17

Un pequeño frasco con orina yacía sobre el escritorio del Dr. William Osler. En ese entonces él era el eminente profesor de medicina en la universidad de Oxford. Frente a él había una sala de clases llena de jóvenes alumnos de medicina sentados y con ojos grandes escuchando su discurso sobre la importancia de observar los detalles. Para enfatizar su punto, él estiró la mano y recogió el frasco. Sosteniéndola alto, anunció:

«Este frasco contiene una muestra para ser analizada. A menudo, con el gusto es posible determinar la enfermedad que el paciente padece».

Haciendo concordar sus acciones con sus palabras, metió un dedo en el líquido y después en su boca, mientras continuó:

«Ahora voy a pasarles este frasco para que circule entre ustedes. Por favor, cada uno de ustedes haga exactamente lo que hice yo. Puede ser que aprendamos la importancia de esta técnica y diagnostiquemos el caso».

El frasco avanzó de fila en fila mientras cada alumno tentativamente insertó su dedo y valientemente gustó del contenido con ceño fruncido. Entonces el Dr. Ostler recuperó el frasco y sorprendió a sus alumnos con estas palabras:

«Señores, ahora comprenderán a lo que me refiero cuando hablo de los detalles. ¡Si hubieran sido buenos observadores hubieran visto que puse mi dedo índice en el frasco, pero mi dedo medio en mi boca!»

Hay mucho que aprender de esta historia verídica, especialmente en cuanto a usted y su Biblia. Vez tras vez he escuchado el reclamo: «Pero yo no saco nada de la Biblia. La leo, y le pido a Dios que me muestre Su verdad, ¡pero no pasa nada!» O, en ocasiones, las personas dicen: «Cuando leí ese pasaje del que usted predicó hoy, me pregunté: ‘¿De qué modo podrá él sacar algo de esto?’. Realmente no entiendo por qué no puedo ver lo que está allí».

Le tengo buenas noticias—¡sí puede! Pero tendrá que abrir sus ojos y pensar. Tendrá que obligarse a observar, tomar en cuenta, leer las Escrituras como un detective examinando la evidencia, disciplinarse a empaparse con los particulares de la porción. Como tal atención a los detalles le suplirá la materia prima que necesita tener para interpretar la Palabra de Dios de manera precisa, le advierto enérgicamente que comience hoy.

Piense en sus ojos como luces de búsqueda. Conviértase en un glotón por los detalles en la vida diaria. No dé miradas a pájaros, vea gorriones. No huela flores, observe jacinto, la fucsia, el tulipán. No considere un árbol, vea un sauce o un abedul. No mire carros, note los Ford o los Honda o los Toyota. No oiga simplemente las palabras de otros, escuche por los sentimientos y forme imágenes de conceptos detallosos. Deje de coleccionar la basura de las generalidades y comience a estirar sus músculos mentales en el gimnasio de la percepción profunda.

La mayoría de las personas leen a través de la Biblia y, de paso, observan pájaros, plantas, árboles y viento. ¡Pero no usted! Apunte más alto que eso.

Abra el Cantar de los Cantares y escuche el ronroneo fluido de la tórtola.
Saboree el sabor de las mandrágoras en Génesis 30.
Huela el dulce olor de la madera de cedro en 1 Reyes.
Sienta el golpe salado del Euroclidón, ese viento del nordeste que sopla por las páginas de Hechos 27.

Y cuando se pare en un lugar sagrado como Getsemaní, ¡manténgase en alerta! El Hombre que se arrodilla entre los nudosos y torcidos troncos de antiguos olivos está haciendo más que orando; Él está derramando Su misma alma ante el Padre. No salga de allí hasta que vea Su sangre mezclada con sudor y lágrimas. Esos son sus pecados que Él está enfrentando; es la perspectiva de su castigo que está partiendo Su alma. No dé solo una mirada a esa escena—¡véalo a Él!

El eterno Libro de libros merece una segunda mirada.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.