Lucas 2:11, 18; 10:21; 1 Corintios 1:27
Las tiendas en los supermercados del Belén moderno viven del evento más famoso de la historia de ese pueblo mediante la venta de portales de madera de olivo y otros artículos navideños. No obstante, al oriente de la ciudad yace un gran terreno conocido como “El campo de los pastores”. Allí, el viajero actual puede intercambiar sus compras navideñas por la historia de la Navidad. Allí no hay portales de madera de olivo. . . sólo hay olivos. Allí no hay mercaderes vendiendo baratijas. . . solamente niños con corderos en sus brazos. Este valle rocoso representa el lugar probable donde los pastores escucharon el anuncio del ángel durante la primera noche de la Navidad.
Los pastores se encargaban de cuidar los rebaños de ovejas que iban a ser utilizados para el sacrificio en Jerusalén. Las palabras que oyeron del heraldo angelical: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”– les daría un vistazo de lo que costaría la salvación: ese bebé en el pesebre se convertiría en el cordero de sacrificio. Jesús– al igual que los rebaños que los pastores apacentaban esa noche– nacería para morir en Jerusalén, a unas cinco millas de distancia de Belén.
En tanto que los pastores se apresuraban para llegar a Belén y ver al bebé, la maravilla del poder de Dios pudo haberles parecido una contradicción extraña con respecto a las condiciones que encontraron. Por dos mil años habían esperado al Mesías, y ¡éste había nacido en un establo y puesto en un abrevadero! Nosotros le hubiésemos dado al Hijo de Dios un cuarto en el hotel más lujoso de Belén. Pero Jesús nació en un mesón de una sola estrella– ¡y Dios tuvo que proveer esa estrella!
La Escritura nos revela que “Dios ha escogido lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios” y Jesús mismo, en Su edad adulta, dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios y a inteligentes, y las revelaste a niños”.
¿Por qué el Señor primero anunciaría el nacimiento del Mesías a unos pastores humildes? ¿Por qué escogería un comienzo tan innoble para un nacimiento tan importante? Quizás por la misma razón que elegiría una muerte innoble para una vida ejemplar: nosotros— pecadores indignos— necesitamos un Salvador.
Todos los que escucharon la historia de los pastores se maravillaban de sus palabras.
Y nosotros seguimos maravillándonos.