Job 10: 1—22

Job sigue luchando. Elifaz no lo Impresionó. Ni tampoco recibió consuelo ni sabiduría de Bildad. No tiene ningún mediador para presentar su caso; por consiguiente, Job habla con mucha sinceridad. en realidad, vuelve a hacer las preguntas que había hecho antes, y con todo el derecho. Está confundido. No lo entiende. Por eso, pregunta y con razón:

¿Por qué, pues, me sacaste de la matriz?
Hubiera yo expirado, y ningún ojo me habría visto.
Habría sido como si nunca hubiera existido,
conducido desde el vientre hasta la tumba.
¿Acaso no son pocos los días de mi existencia?
Apártate de mí, de modo que me aliente un poco
(Job 10: 18-20).

«¿Por qué no me saco de la matriz y me llevó a la tumba?». Ay, Job, de nuevo al punto donde comenzaste. En efecto, cuando termina su respuesta, cae de nuevo en la depresión. Habla de su desaliento, de sus densas tinieblas y de su oscuridad. Por respeto a la lucha íntima de Job, sugiero que no vayamos más allá. Esto termina con una nota de tristeza, pero así está Job cuándo Bildad frunce el entrecejo, y luego se marcha. Dios sigue callado. Todo termina con una nota de tristeza, pero no sin ciertas lecciones que debemos recordar.

Primera: cuando el sufrimiento deshace nuestro espíritu, las palabras filosóficas no nos ayudan hacerle frente a la realidad. Lo único que pudieron ofrecerle a Job sus supuestos amigos consoladores fueron palabras huecas en forma de divagaciones filosóficas y conceptos teóricos. Eso no le produjo ningún alivio, ningún respiro en su sufrimiento. Las palabras filosóficas no sirven para nada cuando se dan a quienes están sufriendo.

Segunda: cuando no se haya un mediador, las preguntas inútiles no nos darán esperanza. Estamos rodeados de personas hoy en día que están preguntándose dónde hay esperanza para seguir adelante . . . para soportar la maraña de su sufrimiento. Muchas de ellas anhelan tener un mediador, alguien que pueda representar su causa y defender su caso. Es posible que usted sea esa persona. Si es así, puede saber lo que Job no supo. El mediador que él anhelaba no solo está vivo, sino además accesible y listo para oír su historia. A diferencia de los amigos de Job, Él no es un filósofo. Él es el redentor, su nombre es Jesús. Y cualquiera que viene a Él en busca de consuelo lo encontrará. La misericordia del Señor es más grande que su sufrimiento.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.