Proverbios 16:16
Salomón y los sabios de Israel decían que la sabiduría, la prudencia y el conocimiento son metas valiosas en la vida. De hecho, cuando tuvieron la elección entre la sabiduría y la riqueza material, optaron por la sabiduría en todas las ocasiones. Para ellos, un pensamiento claro tenía la clave del éxito en todas las áreas de la vida.
Es mejor adquirir sabiduría que oro fino, y adquirir inteligencia vale más que la plata (Proverbios 16:16).
Te guardará la sana iniciativa y te preservará el entendimiento (Proverbios 2:11).
Los labios del justo apacientan a muchos pero los insensatos mueren por falta de entendimiento (Proverbios 10:21).
Fuente de vida es el entendimiento al que lo posee, pero el castigo de los insensatos es la misma insensatez (Proverbios 16:22).
Analicemos las definiciones de sabiduría, prudencia y conocimiento.
Para los hebreos, la sabiduría (hakam) y sus derivados son los términos más comúnmente utilizados que denotan inteligencia.
Esta clase de sabiduría describe una percepción con discernimiento. La palabra original hebrea enfatiza la actitud y la capacidad de ver los que hay debajo de la superficie. Esta virtud representa una manera de pensar y una actitud que resultan en una vida prudente y sensible. «La sabiduría del Antiguo Testamento, sin embargo, es muy distinta a la de otras cosmovisiones antiguas. La sabiduría del Antiguo Testamento refleja la enseñanza de un Dios personal santo y justo que espera que aquellos que lo conozcan exhiban su carácter en todos los asuntos prácticos de la vida».1
El término hebreo de la palabra «prudencia» es tebuna, el cual denota inteligencia o discernimiento. Esta palabra describe nuestra capacidad de observar, aprender y discernir para así poder divisar un plan o tomar una decisión. Para poder obtener esta clase de capacidad mental, tenemos que investigar, buscar perspectivas múltiples, utilizar la lógica y formular ideas. Podemos llamar a esto una «sabiduría por experiencia», es decir, la clase de sabiduría que las personas mayores obtienen de la vida misma.
La palabra «conocimiento» viene del verbo hebreo yada que significa «saber». Esto quiere decir que es una comprensión basada en el entendimiento. Esta clase de conocimiento se basa en la experiencia personal de un asunto en particular. La Biblia utiliza esta expresión para caracterizar la familiaridad del Dios omnisciente con cada individuo y sus actitudes (Génesis 18:19; Deuteronomio 34:10; Isaías 48:2-8; Salmos 1:6; 37:18). En muchos contextos, denota la habilidad de discernir la diferencia entre dos cosas, sobre la base de la experiencia pasada (Génesis 3:5, 22; Deuteronomio 1:39; Isaías 7:15). Esa es una habilidad que no tienen los niños. El conocimiento, por lo tanto, es un aprendizaje que conlleva incluida una percepción. Incluye cosas tales como un deseo de aprender, una disposición de escuchar, un deseo de descubrir lo que hay y un conocimiento que siempre busca la verdad.
Salomón y los sabios de Israel catalogaban la sabiduría, la prudencia y el conocimiento como algo vital para vivir de manera prospera, segura y eficiente. No obstante, reconocían los límites del pensamiento humano:
Confía en el SEÑOR con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión: Teme al SEÑOR y apártate del mal (3:54).
Reflexión:¿De qué forma ha invertido en su educación hasta ahora? ¿Qué hará para continuar desarrollando (en el sentido hebreo de esas palabras) sabiduría, prudencia y conocimiento? ¿Cuándo enfrenta un desafío, qué forma emplea la sabiduría humana y la confianza en Dios? ¿En qué pone su confianza principalmente?
Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos. 1. Louis Goldberg, “647 hakam” en Theological Wordbook of the Old Testament, (Apuntes teológicos del Antiguo Testamento), ed. R. Laird Harris, Gleason L. Archer Jr. y Bruce K. Waltke, electronic ed. (Chicago: Moody Press, 1999), 283.