2 Corintios 12:7-10

Cuando se trata de la sanidad física, a menudo reina la confusión. Para combatirla, quisiera señalar cinco «leyes» del sufrimiento. Estas «leyes» posiblemente harán más para ayudar a los que sufren y borrar su confusión que cualquier otra cosa que pudieran leer. Ayer, vimos las leyes uno al cuatro. Hoy consideraremos el número cinco.

Ley número cinco: No es la voluntad de Dios que en esta vida todos sean sanados.

Los que creen que sí lo es, invariablemente citan las palabras de Isaías:
«fue azotado para que pudiéramos ser sanados». (53:5b)

«¡Hay sanidad en la expiación de Cristo!» gritan. ¡Claro que la hay! Pero ¿qué tipo? Note el contexto, oh gritador. Por Sus azotes somos sanados espiritualmente. Todo el fluir del pensamiento en el capítulo 53 tiene que ver con las necesidades internas, espirituales de la humanidad y la provisión incalculable de Cristo. Por esa razón Él fue herido y magullado. Por eso fue que murió. . . no para sanar a personas enfermas, sino para dar vida a personas muertas.

Considere a Pablo. Tres veces le pidió a Dios que le quite el aguijón. Tres veces la respuesta fue «no» (2 Corintios 12:7-9). Después de esa experiencia traumática, él declaró: «me deleito en mis debilidades. . . y dificultades» porque aun sin ser sanado, el Señor comprobó ser suficiente y fuerte en la vida del apóstol (2 Corintios 12:10).

Allí los tiene. Las cinco leyes del sufrimiento que tratan el pecado, la enfermedad, la salud y la sanidad. Regrese a la primera parte y vuelva a leer cada ley. Escríbalas dentro de la tapa posterior de su Biblia. Tan cierto como el mundo, usted se encontrará con personas que preguntan por qué ellos (o sus seres queridos) no están siendo sanados. Puede que Dios use las palabras suyas para aquietar sus corazones y borrar su confusión.

Que conste, permítame aclarar dos asuntos.

¿Estoy sugiriendo que Dios no hace sanidades? ¿Estoy descartando la sanidad divina?

No, en absoluto.

Cada vez que ocurre una sanidad, es Dios quien lo ha hecho. Ocurre de manera diaria. En ocasiones es milagroso. Con mayor frecuencia, es asistido por un diagnóstico adecuado, la ayuda de médicos expertos, el apoyo medicinal esencial más el sentido común. Nada de abracadabra. Nada de expresiones mágicas. Nada de actos circenses. Cuando Dios sana no existe manera en que los seres humanos puedan agarrarse la gloria.

¿Estoy declarando que Dios no necesita sanadores? ¿Estoy descartando sanadores divinos?

Absolutamente.

Esa es la conclusión obvia de las cinco leyes del sufrimiento. Quizás usted deba leerlos nuevamente. Sanadores se aprovechan de quienes no conocen los hechos. Y de paso, ellos nunca visitan los hospitales para hacer «visitas médicas» con los doctores. Tampoco anuncian el «problema colateral» —la inmensa cantidad de personas en quienes la sanidad «no se dio».

A mí me parece que tenemos la pistola de la negligencia profesional apuntada en la dirección equivocada.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.