Eclesiastés 3:1-8

Los niños son locos.

Unos amigos nuestros en Texas tienen dos niñas pequeñas. La niña menor está siempre en movimiento, rara vez bajando de ritmo a la hora de dormir. Por lo que el evento de cada noche se ha convertido en una rutina familiar. Una historia de su libro favorito. Un sorbo de agua. Una oración. Una canción. Su muñeca. Otro sorbo de agua. Un beso. Un abrazo. Un tercer sorbo de agua. Un viaje al baño. Una advertencia. Otro beso. Usted sabe, todo un proceso.

Una noche, su papá decidió que sería don Buena Gente, el ejemplo supremo de paciencia y tolerancia. Lo hizo todo. En ningún momento perdió los estribos. Cuando señorita Activa finalmente quedó sin peticiones, su papá furtivamente se salió del cuarto, suspiró de alivio y se dejó caer en su sillón favorito cerca de la chimenea. Sin embargo, antes de que pudiera estirar y relajarse, hubo un grito penetrante desde el cuarto de la pulguita. Él, sorprendido, corrió por el pasillo y se acercó rápidamente a la cama. Lágrimas grandes estaban deslizándose por las mejillas de la pequeña niña.

«¿Qué pasó?».
«Me quemé la lengua».
Perplejo, él intentó de nuevo: «¿Hiciste qué?»
«Me quemé la lengua».
«¿Cómo pudiste hacer eso?»
«Lamí mi luz de noche».

Eso realmente sucedió. Ella no podía contener su curiosidad. Simplemente, tenía que descubrir cómo se sentiría lamer esa pequeña cosa que resplandecía tan cálida y serena junto a su cama. Tuvo un rudo despertar a la realidad de que las luces son estrictamente para alumbrar. . . no lamer. Y las lenguas fueron hechas para sentir sabores. . . no para hacer pruebas. Usted y yo nos damos cuenta de que la mejor cosa que nuestra amiguita pudo haber hecho es quedarse en la cama, guardar su lengua para sí misma y permitir que la luz cumpla su determinado propósito.

Pero no lo hizo—y ella se quemó.

En Eclesiastés 3:1-8, Salomón, el sabio, nos entrega una lista de varios tipos de «debidos tiempos» en la tierra. Entre ellos menciona:

«un tiempo para sanar. . . un tiempo para apartarse. . . un tiempo para dejar de buscar. . . un tiempo para callar».

En estas palabras de consejo veo una fuerte corriente de admonición subyacente: ¡TOME UN PASO ATRÁS! A menudo, es sabio relajar nuestra intensidad, rehusar insistir en un asunto y permitir que la naturaleza corra su curso: «Al perro que duerme, ¡no lo despiertes!» Tomar un paso atrás, dice Salomón, provee una oportunidad para que haya sanidad, una oportunidad para que la perspectiva traspase las nubes de tormenta emocional e ilumine una situación difícil con nueva comprensión.

Cuando el tiempo sea propicio, las cosas seguirán su curso de manera natural, libremente. Apurar y obligar las cosas crea cicatrices de fricción que demoran años en ser borradas. Tómelo de uno que ha aprendido esta difícil lección de la manera más dura; mantenga ajustada la rienda de su lengua, relájese y conténtese con tener un buen descanso nocturno. De otra manera, usted se pondrá insistente, se encontrará con la lengua en el lugar inapropiado. . . y se quemará.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.