Éxodo 3:1-3

Este fue el día en que Dios decidió romper un silencio de 40 años. ¡Haga una pausa y deje que esto penetre en usted profundamente! No tenemos ningún registro de que Dios le hubiera hablado a Moisés durante 40 años en Madián. Ni siquiera una sola vez. Sin embargo, el día que iba a poner fin a ese silencio amaneció como cualquier otro día en el desierto. La noche anterior, mientras él dormía con su rebaño bajo esas refulgentes estrellas del desierto, quizás bajo el amenazante borde del Sinaí, no vio la luz de un meteoro cruzando el cielo. No escuchó ninguna voz. Ningún ángel le tocó el hombro mientras desayunaba esa mañana, para decirle: «Está atento, Moisés, porque Dios te va a hablar hoy».

No hubo ninguna indicación, ninguna premonición, ninguna señal especial para alertarlo al hecho de que Dios mismo rompería el silencio ese día, y que cambiaría su vida para siempre. Fue un día común y corriente con las ovejas. Nada más y nada menos.

Así es como Dios actúa. Sin un asomo de advertencia. Él habla a persona comunes y corrientes en cualquier día común y corriente. Dicho de otra manera, eso ocurrirá cualquier día. La gente se estará casando y estará siendo enterrada. Habrá problemas y habrá necesidades. Algunas personas estarán conduciendo autobuses, mientras que otras estarán viajando en ellos. Algunas estarán dirigiendo a sus casas después del trabajo, escuchando programas de radio con la participación del público que llama. Otras estarán en la fila de la caja registradora del supermercado, preguntándose con impaciencia por qué la persona que está delante de ellas se toma tanto tiempo para hacer ese cheque. Algunas estarán abordando un avión, y otras saliendo de un tren subterráneo.

Y de repente, ¡el Hijo vendrá! Habrá un relámpago ene l cielo, un grito, el sonido entrecortado de una trompeta, y en un abrir y cerrar de ojos, todo habrá llegado a su fin. No habrá ningún aviso previo.

Por tanto, no espere usted ver un aura brillante en la mañana, ni una voz angelical resonante que venga a anunciarle: «¡Este es el día!». Si eso sucediera, es posible que usted se cubra la cabeza con el cobertor y nunca salga de su cama.

Dios actúa simplemente irrumpiendo en un día común y corriente de nuestra vida para decirnos lo que él quiere comunicarnos. Es así de sencillo. Hay algo que hacer, y usted es la persona que va a hacerlo. ¡Por lo tanto, póngase a hacerlo ya!

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.