Job 42: 1—6

Esto es lo que hace tan placentero el clímax de la vida de Job. Este apreciado amigo, que nunca mereció el sufrimiento que soportó, es tratado con justicia. Y los que le amargaron la vida no fueron pasados por alto. El Dios de Justicia finalmente interviene para recompensar grandemente y restaurar al justo, y para disciplinar severamente al injusto.

Job entendió finalmente que el plan de Dios es insondable; que el razonamiento del Señor es correcto; y que sus caminos son más altos que lo que él podría jamás comprender. Siendo así, Job saca la bandera blanca de la rendición y dice con total sinceridad: «Me retracto y me arrepiento». dije cosas que no debí haber dicho; hablé cosas de las que no sabía nada; y me volví complaciente conmigo mismo en mi defensa. Por favor, Señor, sabes que mi corazón es tuyo. Me humilló delante de ti. Me pongo a tu disposición. Tu propósito es correcto; tu plan es increíble; tus amonestaciones son justas; tu camino es el mejor».

Eso es suficiente. Cuando el Señor escuchó los sentimientos más profundos del contrito corazón de Job, cuando el Señor vio la humildad del espíritu quebrantado de Job y la sinceridad y docilidad de su alma, la misericordia se hizo presente y la justicia se puso en acción. Hay una justa retribución cuando el Señor decide utilizar a Job en el proceso de someter a la justicia a los otros hombres. Este es un buen momento para hacer una observación que vale la pena recordar.

Usted se maravillará al ver cómo le utilizará el Señor en la vida de otras personas, una vez que ajuste su vida los caminos de Dios. Usted será muchas cosas para ellas: una amonestación, un refugio, un punto de esperanza, una razón para seguir adelante, una fuente de fortaleza, una influencia tranquilizadora y muchísimas cosas más. Es maravilloso entender (para sorpresa suya) la manera cómo Él decide utilizarle como vehículo para ayudar a restaurar a quienes se han extraviado tanto. Esto menudo incluye a aquellos que le causaron a usted una herida en su extravío.

Me acuerdo del atribulado padre de Los Miserables cuya única súplica la expresa en una exquisita canción acerca de su hijo en la que dice: «¡Tráiganlo al hogar!» También nuestro Padre celestial nos suplica que ayudemos a traer de vuelta a Él a sus hijos que se han extraviado: «¡Tráiganlos al hogar!»

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.