Soy un gran admirador del presidente Abraham Lincoln y por eso he leído varias biografías acerca de él. Una de las mejores que he leído se titula Team of Rivals (Equipo de rivales). Es un volumen que muestra una de sus acciones políticas más brillantes. Me refiero a la decisión de agregar a su gabinete varios de los hombres que competían contra él. En otras palabras, Lincoln se rodeó de un equipo que no creía en la viabilidad de la enmienda decimotercera, la cual abolió la esclavitud en los Estados Unidos. Además, recibió la presión de su propio partido político que deseaba que transigiera con el Sur para que la guerra acabara más pronto. Sin embargo, él se mantuvo firme. Desafió a sus contemporáneos y les invitó a dejar atrás sus dudas y actuar con el objetivo unísono de acabar con la esclavitud de los Estados Unidos mientras luchaba contra la oposición. Al final, las convicciones de Lincoln prevalecieron. Contra todas las probabilidades, y aferrándose a la esperanza, logró que su equipo de rivales lograra vencer la esclavitud.
Se le pidió a un hombre de negocios muy reconocido en la ciudad de Dallas, Texas, que diese una opinión breve sobre lo que él consideraba vital para desarrollar un buen equipo. Su respuesta fue clara y concisa: “Hay que encontrar personas que son capaces, que logran resultados en sus campos de trabajo . . . y que sean personas en las que se puede confiar. Una vez que los haya encontrado, usted tendrá un equipo para toda la vida”. 1
Uno de los mejores ejemplos de ello es el equipo evangelista de Billy Graham. Todos ellos ahora son toda una leyenda. En una época donde las personas saltan de un trabajo a otro y la mentalidad es individualista, es refrescante recordar aquel círculo de personas capaces y dotadas, cada uno diferente y distinguido, envejeciendo juntos pero aún son un equipo sólido.
No me malentienda. La lealtad de un grupo no significa una alianza ciega o respaldar la incompetencia. Tampoco significa tener un prejuicio nepotista que conlleva la idea de que todos los demás están equivocados excepto nuestro grupo. Y mucho menos convertirse en un grupo cerrado y secreto. Al contrario, un buen equipo debe ofrecer libertad para desarrollarse, innovar, cometer errores y aprender de ellos mientras se convive en un ambiente de amor, apoyo y afirmación. A ese contexto se le denomina: “administración con base en la amistad”. En vez de sospechas y actitudes denigrantes, existe la confianza que edifica a los miembros del equipo. Los niveles de tensión siempre son mínimos porque el amor fluye y la risa siempre tiene un espacio para expresarse. ¿Quién no puede desarrollarse en un ambiente tan seguro como ese?
En otra biografía exitosa, American Caesar, (El César estadounidense), el autor les presenta a sus lectores a Douglas Mac Arthur, un general estadounidense de cinco estrellas. El autor nos ayuda a ver la personalidad firme del general mientras muestra las muchas características magnéticas así como sus peculiaridades. La biografía analiza la lealtad notable del coronel MacArthur enfatizada por sus tropas durante la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo lo hizo? La siguiente cita lo resume: “Su edad se acercaba más a la de sus soldados que a la de sus oficiales de alto rango; por tanto conocía los peligros y las dificultades que los soldados enfrentaban y por eso ellos le tenía una gran reverencia.” 2
Muchos sabían sobre el egocentrismo y las distorsiones emocionales del general. No obstante, MacArthur poseía una gran virtud que eclipsaba sus defectos ante sus hombres al grado de impulsarles su valentía: se preocupaba profunda y genuinamente por sus soldados.
No hay nada, absolutamente nada, que fortalezca la lealtad en un equipo como el amor. El amor acaba con la competencia interna; calla el chisme; desarrolla la moral al promover una sensación de pertenencia, actitudes desinteresadas, un deseo por dar lo mejor de sí y confianza mutua.
Por ejemplo, los discípulos de Jesús no eran la imagen viva del éxito cuando comenzaron a seguirle. Si hablamos de un “equipo de rivales”, esa definición refería muy bien quiénes eran ellos. Uno tendería a preguntarse por qué el Señor los eligió. Y aunque Su decisión no parecía obvia al principio, al final del siglo primero, todos entendían por qué lo hizo. Con excepción del traidor, todos ellos eran personas decididas que probaron ser excelentes en sus áreas y se convirtieron en personas confiables. Al final, ellos fueron responsables de poner al mundo de cabeza . . . o quizás debiéramos decir, pusieron al mundo de pie. Hasta la fecha, ningún otro grupo en la historia ha sido más efectivo que ese equipo de evangelistas.
Quizás usted está en el proceso de comenzar un equipo, un grupo de personas que logren objetivos significativos. Quisiera darle el siguiente consejo: en vez de buscar personas famosas para su equipo, busque personas capaces, personas que saben llegar a una meta y que sean verdaderamente confiables. Ámelos incondicionalmente y cultive una amistad a largo plazo. Una vez que haya hecho eso, mire cómo Dios hace la obra. Un equipo unido por medio del amor y sostenido por la gracia tendrá un fundamento fuerte. De hecho, creo que a eso podríamos llamarle, envejeciendo gallardamente.
- Alan Loy McGinnis, Bringing Out the Best in People: How to Enjoy Helping Others Excel (Minneapolis: Augsburg Fortress, 1985), 152.
- William Manchester, American Caesar: Douglas MacArthur 1880-1964 (New York: Hachette, 2008), e-book.