Muy por adentro, ¡nos imaginamos siendo una mezcla de Simón Bolívar, Jorge Washington, John Wayne y el profeta Daniel! Pero la verdad es que la mayoría de nosotros haríamos casi cualquier cosa a fin de no ser diferentes. Nos gusta mucho más perdernos en la multitud. Nuestro más grande temor es que se nos margine, o que “el grupo” nos rechace.
Hay otros temores: temor de hacer el ridículo, temor de ser comidilla de chismes o que se nos malentienda. En lugar de ser individualistas acendrados, somos como el protagonista del libro Los viajes de Gulliver, atados e inmovilizados por diminutas cuerdas de temor, real o imaginario. El resultado es a la vez predecible y trágico: pérdida de valor.
Exige valor, pensar en cabeza propia, resistir solo, levantarse solo; especialmente cuando la multitud parece tan segura, con tanta razón.
Permítame sugerirle cuatro pensamientos para ayudarle a fortalecer su valentía:
- “Soy responsable.” Me dije esto a mí mismo muchas veces mientras estaba en la marina que me cansé de oírme yo mismo. Hoy todavía repito esas palabras.
- “No debo olvidar.” No debemos olvidar al Señor nuestro Dios y lo que Él ha hecho por nosotros.
- “Debo rendir cuentas.” Debo rendir cuentas a Dios, sea que me encuentre en Asia, en el extremo de América del Sur o en el polo Norte.
- “Recibo de Dios mis normas y mi seguridad.” No de un amigo, ni de mi negocio, y ni siquiera de mí mismo. Cristo es mi seguridad.
Recuerde. Simplemente porque “todo mundo lo hace” no quiere decir que sea seguro o correcto. Siga volando por encima de la multitud. Allá arriba no simplemente parece seguro y correcto; es seguro y correcto.