El pasaje bíblico que quiero que miremos es Hebreos 10. En toda esta carta el reflector brilla sobre Jesucristo, el Superior. Él nos ha abierto un camino nuevo y vivo al Padre. No tenemos que seguir un sistema de obras. No tenemos que ir por medio de otra persona que represente nuestra causa. No tenemos que ganarnos nuestro camino a la presencia de Dios y esperar que Él nos brinde oído y oiga nuestra petición. No, nada de eso. Finalmente, el clímax:
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios. (vv. 19-21)
Su punto es este: Puesto que tenemos confianza para entrar en la presencia de Dios, y puesto que tenemos a Cristo como nuestro “gran sacerdote,” ejecutemos los siguientes tres mandamientos, cada uno de los cuales es un imperativo.
Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. (v. 22)
Esto es lenguaje simbólico. Quiere decir: Entremos a la presencia de nuestro Dios limpios y puros. Que no quede en nosotros pecado rezagado pesándonos como un ancla mientras intentamos irrumpir ante el trono con nuestras necesidades. ¡Acerquémonos!
El siguiente mandato:
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. (v. 23)
La segunda orden es fuerte, escrita antes de que la tinta de la primera se haya secado. “Acerquémonos.” ¡Amén! “¡Mantengamos firme!” ¡Amén! Pero también:
Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. (v. 24)
¿Alguna vez supo que eso estaba en la Biblia? Prestemos atención a cómo podemos estimular a nuestros hermanos y hermanas en la familia de Dios. No es simplemente una sugerencia, una idea al paso, casual, tipo: “Ah, de paso, a lo mejor se ve bien, mientras se mantienen firmes en la fe, regar algo de estímulo.”
Pero él no ha terminado el pensamiento.
No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (v. 25)
Es imposible estimular a otra persona al amor y a las buenas obras si no estamos cerca. El estímulo es asunto de cara a cara. Así que, en efecto dice:
No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino animémonos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del Señor se acerca. (v. 25, DHH)
Veo un par de pensamientos entretejidos en estas líneas.
1. El estímulo no es la responsabilidad de unos pocos talentosos, sino responsabilidad de la familia de Dios. Obviamente, el papel oficial de pastor es responsabilidad de unos pocos. Y el papel de anciano o diácono es otra responsabilidad de unos pocos. Tal vez ser maestro u oficial, esto es responsabilidad de unos cuantos en la iglesia. Pero no hallo este pasaje dirigido a algún individuo específico, talentoso, sino más bien a toda la familia. Eso significa usted.
2. El estímulo no es algo que se necesita menos en el cuerpo, sino más. Usted notará que el escritor se refiere a esto como siendo necesario “tanto más cuando vemos que el día [del retorno de Cristo] se acerca.” ¿Sabe por qué? “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1).
Palabra interesante que Pablo usa, que Reina Valera traduce “peligrosos.” “Problemáticos” es una paráfrasis. Es como el calificativo salvaje. “En estos últimos días, vendrán tiempo salvajes.” Estos son los días en que vivimos.
Ahora bien, ¿por qué recalco esto? Porque esa es la razón por la que necesitamos estímulo mucho más. Cuando salimos de la comunión de amor de la familia de Dios, entramos en “territorio salvaje.” En ese ámbito podemos fácilmente sentirnos intimidados. A la luz de ese hecho, ¡el pueblo de Dios necesita encender el estímulo! La familia de Dios no es lugar para comentarios descomedidos, pullas sarcásticas, comentarios críticos o juicios rigurosos. Ya tenemos suficiente de eso de parte del mundo. La iglesia es un lugar en donde tenemos que reunirnos con el propósito de recibir estímulo . . . ¡y tener la libertad para ser nosotros mismos!