El liderazgo requiere reacción. Aprender a reaccionar con instintos congruentes con la voluntad de Dios requiere que desarrollemos hábitos de obediencia a Él. Una obediencia congruente con Dios se desarrolla mejor en tiempos de crisis. Entonces, al llegar el momento de crisis, nuestra reacción natural será obedecer los deseos de Dios al enfrentarnos a esa situación difícil.

Moisés vino a ser el hombre de Dios para un tiempo de crisis; una época de transición en la historia hebrea. Cuando surgió el llamado divino para asumir un papel crucial en el destino de los hombres y de las naciones, Moisés se paró en la brecha. Él pudo haber sido reacio; él pudo haber estado asustado; él pudo haber estado lleno de remordimientos o de dudas. Pero al final se rindió y llegó a ser el instrumento de Dios para su generación y llevar a cabo Sus planes y Sus propósitos.

«Por la fe que Moisés. . . rehusó llamarse hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los placeres momentáneos del  pecado. Consideró que era mejor sufrir por causa de Cristo que poseer los tesoros  de Egipto, pues tenía la mirada puesta en la gran recompensa que recibiría».  (Hebreos 11:24-26, NTV)

Si deseamos tener la clase de fe expresada por Moisés, la clase de fe que nos permita dejar a un lado la seguridad de este mundo a cambio de la seguridad que Dios desea para nosotros, tenemos que desarrollar una confianza profunda y tranquila en Él, quien «hace que todas las cosas resulten de acuerdo con su plan» (Efesios 1:11, NTV).

Afortunadamente, esto es más fácil de lo que parece, porque Él hace bien todas las cosas. Moisés descubrió eso por su larga experiencia. De hecho, podemos resumir su biografía de esta manera: Moisés pasó sus primeros cuarenta años pensando que era alguien. Luego pasó sus siguientes cuarenta años pensando que era un «don nadie». Hasta que finalmente pasó sus últimos cuarenta años descubriendo lo que Dios puede hacer con un «don nadie». Dios no se equivoca. Él es capaz de tomar una vida, con todas sus angustias, con todo su dolor, con todo su pesar, con todas sus oportunidades perdidas y utilizarla para Su gloria.

En Moisés vemos una personalidad sobresaliente moldeada por Dios. Pero no debemos perder de vista lo que Dios realmente hizo. No cambió quien o qué era Moisés; Dios no le dio nuevas habilidades y fortalezas. Más bien, tomó las características de Moisés y las moldeó hasta que pudieran encajar en Su propósito. ¿Establece eso alguna diferencia en su comprensión del propósito de Dios para su vida? Él trata de tomar lo que creó en primer lugar y usarlo para los planes que se propuso realizar. La próxima vez que usted hable con Dios no le pregunte: «¿En qué debo transformarme?», sino «¿Cómo podría usar mis propias habilidades y puntos fuertes para hacer Tu voluntad?».

Al considerar la vida de Moisés, hay por lo menos tres verdades que podemos aplicar a nuestras vidas. Primero, el secreto de la realización en la vida es el involucramiento. Moisés nunca se jubiló de servir al pueblo ni de aprender la Palabra de Dios. Él permaneció en contacto con las cosas que son eternas. Segundo, el secreto de la autenticidad en la vida es la humildad. Moisés nunca se embelesó con su propia trayectoria. Su humildad lo hizo creíble y vulnerable. Tercero, el secreto para la felicidad en la vida es la perspectiva. Seguramente Moisés enfrentó muchas situaciones que podrían haber provocado desesperación. En esos tiempos, él buscó al Señor y sacó su fortaleza de los recursos ilimitados de Dios.

No hubo monumento para este hombre de dedicación total. Ninguna esfinge majestuosa. Ninguna pirámide imponente. Egipto estaba más que dispuesto a olvidar que tal hombre había existido. Él fue enterrado en una solitaria cima de las áridas laderas del monte Pisga, sin siquiera una flor en su tumba. Él cambió con gusto los monumentos y las aclamaciones terrenales, los beneficios, el poder y el placer por un galardón en un reino invisible. Lo cambió todo—hasta el último céntimo—por una relación con el Dios viviente. Ese ha sido el mejor negocio que nadie ha hecho jamás. Lo que perdió, no podría haberlo mantenido de ninguna manera, y lo que ganó, no podría perderlo jamás. No se habría esperado menos de Moisés. . . tampoco de nosotros. Moisés fue sin duda un hombre fuera de serie. ¡Su entrega y dedicación fueron totales!