En nuestro nuevo mundo de coronavirus, el estar juntos se ha convertido en una experiencia rara y preciada. A medida que el «enemigo invisible» llamado COVID-19 continúa su implacable marcha alrededor de nuestro mundo, nos mantenemos separados para frenar su propagación. El «distanciamiento social» se ha convertido en una extraña y nueva norma de vida.

Recientemente me di cuenta de que hay una gran diferencia entre estar distantes el uno del otro y estar ausentes. La distancia nos impide tocarnos, pasar tiempo juntos. Pero estar distante no significa que no podamos hablar entre nosotros o vernos. Gracias a la tecnología, podemos hacer ambas cosas. Podemos estar distantes, pero afortunadamente nos mantenemos conectados. Eso no es tan grave como estar ausente. La ausencia sugiere que estamos solos, aislados, desplazados, excluidos. . . incluso perdidos.

La ausencia me recuerda acerca de un hombre sobre el que leí quien fue a nadar en un gran lago al anochecer. Mientras nadaba pausadamente a unos 100 metros de la costa, apareció una niebla anormal. De repente, no pudo ver nada. Ni el horizonte, ni los puntos de referencia familiares, ni las luces ni las personas en la orilla. Como la niebla difuminó toda la luz, ni siquiera pudo determinar la dirección de la puesta del sol. Durante unos 30 minutos, chapoteó mientras el pánico se apoderó de él.

Comenzaba dirigiéndose en una dirección, perdía la confianza y luego se movía 90 grados hacia su derecha o izquierda. Sentía que su corazón se aceleraba, latía rápidamente en su garganta, antes de volver a atacar ciegamente. Otros no solo estaban distantes de él, también estaban ausentes. Se sintió totalmente PERDIDO. Por fin, escuchó una débil voz llamando desde la orilla. Apuntó su cuerpo hacia el sonido y nadó a un lugar seguro.

Quizás en estas semanas de aislamiento forzado usted haya comenzado a sentir una sensación de pérdida total, una creciente sensación de soledad y desplazamiento. Es posible que se encuentre más cerca del pánico de lo que nunca antes ha estado mientras la niebla de un futuro incierto se apodera de usted. En momentos de descuido, es posible que haya entretenido un pensamiento extraño que nunca antes había considerado:

¿Dónde está Dios?

Un espíritu similar de miedo, tristeza y pánico debe haberse apoderado de los discípulos de Jesús cuando se reunieron la noche antes de la crucifixión. Para su asombrosa consternación, el Maestro les dijo que pronto iba a sufrir y morir. Los iba a dejar.

¡Hablando de desilusión! Ellos habían anticipado el reinado de Jesús como Rey y ellos sentados junto a Él. ¡Pero eso no iba a suceder! En cambio, sería crucificado como el Cordero del sacrificio. Luego, Él dijo, que iba volver y reinar como Rey, pero no les dio ninguna pista de cuándo podría suceder esto. Todo lo que ellos podían escuchar era la terrible noticia: Él iba a sufrir, morir e irse.

Los discípulos se sintieron como muchos de nosotros nos sentimos hoy: confundidos y asustados. Jesús miró a sus ojos temerosos y calladamente los tranquilizó: «No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí» (Juan 14:1, NTV).

Todo estaba bajo el control de Dios, prometió Jesús. Su plan no podía ser alterado. Les dijo esencialmente: «Confíen en mí y no tengan miedo. Me voy, ¡pero volveré! Mientras tanto, nos mantendremos en contacto. Van a orar. . . y Yo voy a responder. No importa cuán difíciles se vuelvan las cosas, tendré el control total. Saben a dónde voy, y saben cómo llegar allí».

Tomás no estaba tan seguro: «No tenemos ni idea de adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?» (14:5).

Es probable que sepa de memoria la respuesta de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí» (14:6).

¡Fue un momento magnífico! Los discípulos se sentaron paralizados, cuando solo unos momentos antes, estaban inquietos, luchando, llenos de preguntas. ¿Se siente así en estos días? Está lleno de preguntas: ¿Cuánto empeorará este virus? ¿Lograré no infectarme. . . puede mi familia? ¿Tendremos suficiente dinero, comida y otros elementos esenciales para sobrevivir? ¿Cuándo terminará todo esto?

Tome las palabras de Jesús personalmente: «No deje que SU corazón se angustie». Imagínelo diciéndole: «¿Conoces el camino hacia Mí? ¡VEN A MÍ! ¿Estás buscando la verdad sobre Mí? ¡BÚSCAME! ¿Le falta seguridad a tu vida? ¿Te sientes perdido y abandonado? ¡CONFÍA EN MI!»

El Señor está con usted y conmigo mientras viajamos a través de este oscuro valle del coronavirus. Él no está distante. . . y nunca está ausente.