No conozco otra necesidad más grande hoy que la necesidad de alegría. Alegría inexplicable, contagiosa. alegría insólita.
Aliento y Consuelo
Descontento para siempre
La codicia es diferente. La codicia está para siempre descontenta y por consiguiente insaciable está con antojos, anhelando, queriendo, procurando más, más, más.
Serendipia sagrada
Una vida de serendipia se caracteriza por la «sorprendibilidad» y espontaneidad. Cuando perdemos nuestra capacidad de lo uno o de lo otro, nos conformamos con la rutina de la vida. Esperamos poco y rara vez nos vemos desilusionados.
Monumentos significativos
A fin de tener perspectiva, debemos tener monumentos, lugares a los cuales volver, de los cuales aprender, y de los cuales hablar y transmitir. Si no, estamos destinados a vivir vidas sin raíces, aceleradas, sin mucho significado.
Qué hacer con el afán
Cuando la tentación a preocuparse llega, ese es el momento crítico. La tendencia es darle lugar; permitirle que suba al porche frontal y que tome asiento allí. Pero antes de que uno lo sepa, ¡el afán se ha deslizado a escondidas por la ventana y se ha instalado en casa!
Alivio magnífico
Como un duchazo de agua fría, limpiador, en un día caluroso, sudoroso, el perdón de Dios nos limpia no solo de los pecados sino también de la culpa que nos atormenta. Dios va a lo más profundo de nuestro ser y provee ese magnífico alivio que solo Él puede dar: PAZ.
Buscando el éxito
Cada año docenas de libros y revistas, veintena de cintas de audio y vídeo, y centenares de seminarios ofrecen ideas, motivación, técnicas y promesas de prosperidad.
Curiosamente, sin embargo, pocas hablan de lo que la mayoría de las personas quieren (pero rara vez hallan) en su búsqueda del éxito: contentamiento, satisfacción, realización y alivio.
Siembre generosamente, coseche generosamente
Luego recuerde a sí mismo las promesas de Dios respecto a la generosidad. Dios promete que, si uno siembra generosamente, segará generosamente. Así que, ¡dé! ¡Dé abundantemente!
Un paso gigante hacia la madurez
La mejor opción y la más saludable es confesar. Llamar al fracaso, «fracaso». Llamar al pecado por lo que es. Admitir que nos equivocamos, y habiendo declarado eso, aprender lo que Dios pueda enseñarnos de la experiencia.
Dios habla al corazón quieto
Todos podemos testificar que Dios no habla a la mente apurada y llena de ansiedad. Lleva tiempo estar a solas con Él y su Palabra antes de que podamos esperar que nuestra fuerza espiritual se recupere.