Éxodo 24: 12; 25:1-9

Ahora sabemos por qué Dios se encontró con Moisés. Pero ¿qué le reveló? El versículo 12, del capítulo 24 del libro de Éxodo nos lo dice: Le reveló su Palabra escrita. Lo primero que Dios le dio a este hombre que tuvo un encuentro con Él, fue su verdad en forma escrita.

Nadie había tenido jamás en posesión suya un documento tan valioso como este. Moisés poseía el mismísimo autógrafo de la Deidad, el autógrafo hecho por el propio dedo de Dios sobre la piedra.

El Señor le dio a su pueblo la Palabra de Dios para que pudiera conocer su voluntad y obedecerle. Le dio también el diseño del tabernáculo para que él pudiera venir y morar entre ellos. Él no quiso permanecer distante allá arriba en una montaña. Quiso hacerse accesible y estar al alcance de ellos, que eran su pueblo, pero, de acuerdo con su deseo, moraría en un lugar sagrado dentro del tabernáculo.

Moisés es un hombre que se encontró con Dios. Aprendió que para ello eran necesarias disciplina y preparación. Una cosa es saber qué hacer; otra muy diferente hacerla. ¿Cuántos de nosotros tomamos cursos en cuanto a la oración, pero rara vez oramos, o aprendemos las técnicas de la evangelización pero casi nunca compartimos nuestra fe? En este relato de la vida de Moisés, es posible que sea poco lo nuevo que hemos aprendido, pero hemos sido confrontados con algunos recordatorios formidables de la Palabra de Dios. Nosotros no necesitamos una nueva técnica creativa, pero sí una buena sacudida. Necesitamos un regaño del Espíritu Santo, porque somos flojos, lentos y aletargados cuando se trata de subir esa montaña y encontrarse durante media hora con el Señor.

¡Que Él haga su obra a pesar de nosotros! Que a pesar de nuestro pésimo historial, Él nos detenga en este momento para recordarnos que podemos llegar a ser hombres y mujeres de Dios más fuertes con solo mantener un tiempo de encuentro diario con Él.

Puede ser en la escarpada cima de una montaña, en el cuarto, en la terraza o como en el caso de mi propia madre, en un baño bajo llave y con el letrero de «No perturbar» pegado en la puerta. A Dios no le importa en lo más mínimo el lugar que usted escoja, ni la cantidad de tiempo que dedique. Lo único que a él le interesa es usted.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.