Marcos 4:1-25
Mientras se despedía de sus amigos en la iglesia el domingo pasado, ¿qué dardos mentales quedaron clavados en el blanco de sus pensamientos?
¿Puede recordar esos desafíos puntiagudos que vinieron del hombre que se paró ante usted con Biblia en mano? ¿Cuántas horas habrán pasado desde que usted se sentó allí, abriendo sus oídos y su corazón al consejo de Dios proveniente del siempre relevante Libro de Dios? ¿Unas cuantas decenas quizás?
Ah, está comenzando a aminorar, ¿cierto? Esos principios incisivos, potencialmente cambiadores de vida se están alejando a nado en un mar de niebla y bruma. ¡Qué frustrante! ¿Por qué no podemos asirnos de agarraderos mentales y espirituales que tanto necesitamos mientras nos agarramos del acantilado llamado «la vida diaria»?
Jesús ilustró esta lucha tan vívidamente en Marcos 4. ¿Lo recuerda? La semilla es plantada cuidadosamente. Pero a medida que la Palabra de Dios es escuchada, el enemigo de nuestras almas, el mismo Satanás, viene y se lleva de golpe los conocimientos bíblicos que fueron depositados en nuestros corazones.
¿No es cierto? Antes de que se enfríe el pastel recién horneado, él viene y con la lengua le quita toda la cobertura de azúcar. Antes de que podamos estrenar la bicicleta nueva, él se acerca sigilosamente y le saca todo el aire de las llantas. Antes de que el vestido sea lucido, él se acerca y le deshace el dobladillo y atora el cierre. Antes de que prendamos el carro a las 12:20, él se ha robado las cosas que escuchamos a las 11:45.
¡Es sorprendente! Pero usted tiene que recordar, él ha estado en esto desde que le guiñó el ojo a Eva en el huerto. Él es el número uno cuando se trata de expertos en desvalijar.
Hay otros que siguen en sus pisadas. Como el fanático del basquetbol que fue descubierto en el aeropuerto esperando la llegada de su equipo favorito después de la victoria que tuvieron sobre los rivales. Intentaba revender un par de entradas para el siguiente partido—a cuatrocientos dólares cada una. Mientras se abría camino entre el público, ubicó a un hombre bien vestido que le escuchó su oferta.
«¿Cuánto?», preguntó el caballero.
«Cuatrocientos», el hombre susurrando le respondió. «Ni un centavo menos».
«¿Se da cuenta usted que está hablando con un oficial de la ley vestido de civil?», el hombre le preguntó al revendedor. «Chico, te voy a llevar al cuartel».
Repentinamente, el revendedor comenzó a tomar pasos hacia atrás. Habló de lo grande que era su familia . . . de cuánto lo necesitaban . . . de cómo nunca lo volvería a hacer.
Mirando en ambas direcciones, el caballero bien vestido dijo: «Solo entrégame esas entradas y lo llamaremos parejo . . . ahora sal de aquí y ¡más vale que nunca te vuelva a encontrar aquí!».
Pero lo peor estaba por ocurrir. El caballero bien vestido no era un oficial, después de todo. Solo era un hombre que parado allí pensó rápidamente y usó un poco de ingenio para conseguirse dos asientos selectos para el siguiente juego de la eliminatoria. Varios días después, de manera anónima, él lo admitió en el diario local.
La estrategia de Satanás es así de ingeniosa y efectiva. Él escucha lo que oímos y en el transcurso planifica su estrategia. Él pone la carnada en su trampa desvalijadora, y entonces la deja armada con el gatillo adecuado. Aquí hay varios de ellos:
- una discusión inmediata en el carro sobre dónde ir a comer, justo después del culto dominical
- mucha actividad, mucha conversación y ruido incesante el domingo en la tarde
- un conflicto de personalidad con otro miembro de la iglesia
- irritación por lo lejos que usted tuvo que estacionar el carro
- orgullo—que dice: «Estoy muy contento que fulano de tal está aquí. Él realmente necesita arreglos».
Todos esos (y hay más) son desvalijamientos satánicos. Como un león, él merodea silenciosamente, camuflado en la tenida de nuestros hábitos físicos y flojera mental, buscando a quien devorar. En el momento preciso en que tendrá su mayor impacto, él se lleva de golpe la verdad misma que más necesitamos, dejándonos casi sin poder recordar lo que Dios nos dijo antes de eso. Sucede cada día del Señor en todos los idiomas en cada continente . . . en cada iglesia local donde se declaran la Escrituras.
Por si acaso duda de lo efectiva que es la estrategia de él, recuerda unas dos o tres semanas atrás. . . una será suficiente. Haga su mejor esfuerzo por recordar el título del mensaje. . . o un bosquejo. . . o si acaso un par de principios de aplicación.
Como puede ver, ¡esto no es teoría! Esto es guerra. Y la batalla se está librando este mismo minuto. No pelee solo contra esto. Su Comandante está preparado con refuerzos poderosos. ¿Recuerda lo que dijo Jesús?
«Sin embargo, cuando el Padre envíe al Abogado Defensor como mi representante —es decir, al Espíritu Santo—, él les enseñará todo y les recordará cada cosa que les he dicho». (Juan 14:26)
Es una promesa que bien vale recordar.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.