Santiago 2:15-17

Fue uno de esos cumplidos indirectos. La clase que hace que uno haga un alto, piense, y después responda, en lugar de responder al instante: «Oye, gracias».

El tipo me había escuchado presentar en varias sesiones de una conferencia para pastores. No nos habíamos conocido antes, por lo que todo lo que él sabía de mí era lo que había escuchado en días anteriores: ex infante de la Marina. . . nacido en el estado de Texas. . . educado en un seminario ultraconservador (dispensacional). . . dedicado a la exposición bíblica. . . no carismático. . . premilenial. . . pretribulación. . . pro esto. . . anti aquello. Usted sabe lo temibles que pueden ser los rótulos.

Realmente creo que él esperaba ver un predicador básico, limpio hasta llegar a brillar: terno oscuro; camisa blanca (con cuello abotonado); corbata de nudo apretado; botas de vaquero negras, gastadas con lados alados; bolsillo lleno de tratados; una gran Biblia de estudio Ryrie (versión Reina Valera, obviamente); de ceño fruncido, con gritos tronantes; y un puño grande que agitaba en el aire.

Ya que eso no fue lo que encontró, fue sorprendido como si le hubieran lanzado una pelota de fútbol en un trayecto con curva por encima de la esquina del púlpito. Finalmente, hacia el final de la semana, decidió tomar un café conmigo y arriesgarse con decir las cosas como eran.

Ocurrió algo así: «Usted no calza. ¿Qué hay con usted? Tiene las raíces de fundamentalista, pero no suena a uno de ellos. Su teología es estrecha, pero no es una persona rígida. Toma en serio a Dios, pero se ríe como si no hubiera un mañana. Tiene convicciones definitivas, pero no es legalista ni demandante».

Entonces añadió: «Aun cuando usted es uno que cree firmemente en la Biblia, de todos modos, está pasándola bien, disfrutando de la vida. Hasta tiene algo de compasión».

Ese fue el punto en que ambos nos largamos a reír fuertemente. Algunos ojos, en mesas cercanas, nos enviaron esa mirada que dice: «¡Podrían bajar el volumen un poco!». A menudo me encuentro con esas miradas, especialmente cuando me estoy divirtiendo.

Bueno, ¿qué podía contestarle? El hombre no podía ser más severo, pero me tenía bastante bien encasillado. Sin embargo, fue esa última declaración que me puso a pensar. Desperté pensando en esa la mañana siguiente. «¡Hasta tiene algo de compasión!». Como si eso no debería ser así. En otras palabras, si usted está comprometido con la verdad de las Escrituras, no debería preocuparse por las necesidades de la gente. No preocuparse por cosas relacionadas a las personas —penas del corazón; hambre; enfermedad; vidas rotas; luchas con las inseguridades, fallas y penas —porque esas cosas son solo problemas temporales, meras molestias horizontales. Nuestra principal labor es darles el evangelio. ¡Conseguir que sean salvados! No dejarnos distraer por su dolor y sus problemas. Nuestro verdadero interés es la conversión, no la compasión. Una vez que han nacido de nuevo y se meten en la Palabra, todas esas otras cosas se resuelven solas.

Ahora, sea honesto. ¿No es cierto que a veces es así? Sé que hay excepciones, pero estamos hablando de la regla general, no las excepciones, ¿está bien?

Quiero saber por qué. ¿Por qué una cosa o la otra? ¿Por qué no ambas cosas juntas? Quisiera saber cuándo. No solo, por qué no podemos ser conservadores en cuanto a la teología y también compasivos en lo personal, sino ¿cuándo. . . cuándo nos apartamos del modelo bíblico? ¿Cuándo empezamos a ignorar el cuidado que Cristo tuvo de los necesitados? ¿Cuándo dejamos de pensar en cuán valioso es ser agentes de sanidad, curadores de heridas como el buen Samaritano? ¿En qué momento escogimos poner más énfasis en ser proclamadores y defensores y menos énfasis en ser reparadores y restauradores? ¿Cuándo decidimos fortalecer nuestro enfoque en la condena pública y debilitar nuestra participación en la restauración privada?

Piénselo. Mañana hablaremos más sobre esto. Hasta entonces, una tarea pequeña: note la compasión de Dios por Su pueblo en Jeremías 31:7-20. ¿Quién necesita ver a este tipo de Dios a través de su vida?

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.