Génesis 41:41-46

Esta es una excelente oportunidad para cambiar de escena por un momento y ver todo esto desde la perspectiva del hombre que está trabajando en el campo, moviendo piedras para uno de esos interminables y siempre presentes proyectos de construcción pirámides. Él no sabe nada de los que ha pasado en la cárcel y en el trono celestial. Lo único que sabe es que un joven advenedizo, un extranjero, se ha valido de maniobras para conseguir el favor del faraón. Y que este ha dicho: «¡Doblen la rodilla ante este hombre!».

«¡Bueno, pues miren eso!», susurra el trabajador. «¿Quién se cree él que es? «¿A quién sobornó para tener todo esto? Debe tener unas muy buenas influencias. Así es como hoy en día se consiguen las cosas en el palacio».

En una situación semejante, nosotros probablemente habríamos pensado de la misma manera. En los tiempos de la guerra de Vietnam, escuchábamos a menudo la frase: «Nunca confíes en nadie que tenga más de 30 años». Hoy, dado el gran segmento de población de edad adulta, estamos más propensos a escuchar: «Nunca confíes en nadie que tenga menos de 30 años».

Pero lo que no podemos ver desde nuestra limitada perspectiva, es lo que Dios ha estado haciendo por dentro. El hombre que está trabajando en el campo no sabe –no tiene la más mínima idea– de lo que ha sucedido en la vida de José, ni tampoco está enterado de los años que paso en la cárcel. Tampoco está al tanto de la fidelidad de José cuando no contaba con la ayuda de nadie.

José ha sido nombrado, escogido, seleccionado, preparado y refinado como el oro por el Todopoderoso. Por eso puede ahora tener puesto el anillo del faraón. Por eso tiene ahora la vestimenta, el collar y la carroza del faraón. Por eso es que otros están diciendo: «Doblen la rodilla». No es José quien está diciendo eso; son otros.

Me pregunto lo que Jose estaría pensando en ese momento.

Creo que se estaba diciendo a sí mismo, una y otra vez: «Alabado sea Dios». Pienso que estaba contando todas las cosas que Dios le había enseñado en los pasados 30 años, cosas que Dios también quiere enseñarnos a nosotros.

Durante el período de espera, deje el pánico y tenga confianza en Dios. Este seguro de que Él tratará con los coperos de su vida, con la gente que se olvida de usted, con la gente que rompe sus promesas. La parte que le toca a Dios es ocuparse de los coperos de su pasado. La parte que le toca a usted es ser la clase de siervo que Él ha dispuesto que usted sea. Sea fiel durante los períodos de espera de la vida. Dios no se olvidará de usted ni le abandonará.

 

Durante el período de espera, deje el pánico y tenga confianza en Dios

Charles R. Swindoll Tweet esto

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.