Romanos 8: 22, 23

Cualquier estudio sobre la vida del apóstol Pablo requiere una mirada seria al tema del sufrimiento, un tema que no es agradable tratar. Al referirse a las palabras de Pablo a los Romanos, John Stott escribe: «No es solo nuestro frágil cuerpo el que me hace gemir; es también nuestra naturaleza caída, la cual nos impide comportarnos como debemos. Nuestros gemidos expresan tanto el sufrimiento presente como el anhelo futuro. Sin embargo, algunos cristianos sonríen demasiado (parece que en su teología no hay lugar para el sufrimiento) y gimen muy poco».

Stott ha llegado a cansarse de la perpetua sonrisa cristiana y, para ser franco, yo también. Si usted gime y deja que su semblante refleje alguna medida de agitación interior, la gente arruga la frente con actitud condenatoria como queriendo decir que usted no está andando en el Espíritu. No me malentienda. Yo no encuentro nada ofensivo en que los cristianos rían. Escribí todo un libro en el que digo que el pueblo de Dios necesita reír más. La risa demuestra la autenticidad de nuestra vida. Simplemente, creo que no hay necesidad de tener la sonrisa permanente del gato de Cheshire (el de «Alicia en el país de las maravillas») en el rostro para no dar la impresión de que estamos viviendo una vida cristiana victoriosa. Si un hermano en la fe le dice a usted que está pasando por un período particularmente difícil, le aconsejo que no insista en que sonría (yo le digo a la gente de Iglesia que no me pida que escuche una de mis cintas sobre el gozo cuando notan que me siento decaído). No le diga la gente que canten con usted cuando piensan que deben estar cantando. A veces, no sentimos ganas de cantar o sonreír. Después de todo, Dios nos dio más de una emoción deliberadamente.

Mi deseo es ayudarle a estar preparado para lo que la vida le lanzará con toda seguridad en el camino. Entiendo que es posible que usted esté llevando una carga o un sufrimiento que yo nunca he experimentado. Es posible que esté viviendo con presiones, o con una enfermedad debilitante, o con un dolor emocional que no soy capaz de imaginar ni remotamente. En casi 40 años de ministerio pastoral, he visto a menudo en los rostros del pueblo de Dios las evidencias de la turbación interior. En esos momentos, cuando no sé qué decir para ofrecer aliento, estoy muy agradecido de las Escrituras. En la Palabra de Dios no solo descubrimos su voluntad para nuestras vidas, sino también palabras de verdadero consuelo para esos momentos en que la vida se nos desmorona.

Por tanto, asegúrese de no reír demasiado y de no gemir muy poco.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.