Gálatas 6:9-18

Días difíciles. A todos nos ocurren. Y la mayoría de nosotros, si somos honestos, tenemos que admitir que no los enfrentamos bien. Otros que nos aman tratan de ayudar, pero tienden a complicar las cosas.

Considere cuatro varones que, un fin de semana, decidieron escalar una montaña. En plena subida, uno de los tipos resbaló, cayendo unos dieciocho metros por un acantilado, aterrizando sonorosamente sobre una repisa más abajo. Los otros tres, esperanzados de rescatarlo, gritaron:

«José, ¿estás bien?»
«¡Estoy vivo. . . pero creo que tengo ambos brazos rotos!»
«Te lanzaremos una soga y te subiremos jalándola. ¡Solo permanece quieto!», dijeron los tres.
«Está bien», respondió José.

Unos minutos más tarde, después de haber extendido un extremo de la soga, comenzaron jalando y gruñendo juntos, trabajando con esmero para jalar a su compañero a un lugar seguro. Cuando lo habían subido unos tres cuartos de la distancia total, de pronto se acordaron de que había dicho que ambos brazos estaban rotos.

«¡José! Si tienes ambos brazos rotos, ¿de qué manera te estás sosteniendo?».
José respondió: «Con mith DIENTEEEEEEEETH . . .».

No, otras personas no pueden ayudar mucho en los días difíciles. Pueden ser buenos compañeros, pero ciertamente no pueden quitar el dolor. Tomarse de las manos y cantar durante un terremoto es de poco consuelo.

Algunos recomendarían: «Simplemente enfréntalo y mantente ocupado —trabaja más duro». Pero eso tampoco ayuda mucho. Cuando el granero está en llamas, echándole otra capa de pintura no tiene mucho sentido. Si las llantas están pinchadas, manejar más rápido parece una idea bastante tonta.

Entonces, ¿cuál es la respuesta? ¿Cómo podemos enfrentar los días difíciles cuando el Enemigo trabaja tiempo extra para persuadirnos de que a Dios no le importa? Yo he recibido ánimo concreto de cuatro hebras entretejidas en la tela de Gálatas 6. Vea si está de acuerdo conmigo.

  1. No perdamos la esperanza (v. 9). En los días difíciles, hay que tener esperanza. No se dé por vencido, sea lo que sea. Persevere. Manténgase firme. Sea fuerte, resiliente, determinado a soportarlo. Pídale a Dios que construya un escudo de protección alrededor de su corazón, que le dé estabilidad.
  2. Hagamos el bien (v. 10). Nuestra tendencia es hacer cualquier cosa menos eso. En vez del bien, sentimos ganas de hacer lo malo. Sentir enojo. Maldecir. Gritar. Pelear. Poner la cara larga. Irritarnos. Gastar toda clase de energía. En lugar de desfilar por esa rutina desgastada, manténgase quieto y de manera consciente entréguelo todo al Señor.
  3. No permita que nadie le cause problemas (v. 17). ¡Excelente recomendación! Rehúse permitir que persona alguna (o cosa) gane control sobre usted. El trono en su interior le pertenece solamente al Señor Jesucristo. ¡Deje de arrendarlo a otros!
  4. Que haya gracia en su espíritu (v. 18). Permita que el impacto completo de la gracia fluya a través de sus pensamientos, sus actitudes, sus reacciones y sus palabras. Abra las puertas y deje que esas cosas buenas hagan una libre estampida a través de su día difícil. Solo siéntase usted en la cerca y relájese.

Esto funciona. Sí, en realidad. Aun en días de enfermedad.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.