Hechos 17:22-31

Pablo era un inadaptado. Cuando se trató de un lugar como Atenas, el apóstol costroso desentonaba con el ambiente. No tenía sentido alguno. La clásica combinación de aceite y agua. Un judío monoteísta que se hallaba en medio de unos gentiles politeístas. Un ex fariseo de una mentalidad rígida rodeado de filósofos con una mentalidad liberal. Un cristiano que odiaba a los ídolos en medio de muchos paganos que adoraban a los ídolos. Lo superaban en número. Lo superaban en devoción. Lo superaban en volumen. Pero no lo superaban en ingenio.

Puede que esas cabezas de huevo se hayan sentido superiores. Puede que a este debilucho procedente de Tarso lo veían tal como un oso pardo mira a una avispa del barro, pero cuando abrió su boca y comenzó a predicar, cerraron sus bocas y empezaron a escuchar. No pasó mucho para que se dieran cuanta de que este tipo no era un recién caído de la parte trasera de un camión cargado de vegetales. Cuando se trataba de comunicación, Pablo lo tenía todo en orden. Él era un acto de primera clase.

La excelencia extemporánea de un mensaje como el de Hechos 17:22-31 hace que a todo predicador y profesor se le haga agua la boca. Sin sentir temor por la brillantez de ellos, sin dejarse impresionar por la postura que tenían y sin sentirse defensivo por la opinión que tuvieran de él, el apóstol captó la atención de los estoicos y los epicúreos por medio de un plan de acción ingenioso. Con la confianza y la deliberación de un veterano que regresa al calor de la batalla, el experimentado guerrero ajustó el cinto de su toga y tomó control. Cubrió todas las bases para una comunicación de calidad.

¿Ha analizado usted, alguna vez, su mensaje en la colina de Marte? Permítame:

Comenzó con un captador de atención estremecedor.

«Hombres de Atenas, veo que ustedes son muy religiosos en todo sentido». (v. 22)

A continuación, usó una ilustración relevante para ampliar su comentario inicial.

«porque mientras caminaba observé la gran cantidad de lugares sagrados. Y uno de sus altares tenía la siguiente inscripción: “A un Dios Desconocido”». (v. 23a)

Después, hizo una breve pero interesante transición a la parte central de su discurso.

«Este Dios, a quien ustedes rinden culto sin conocer, es de quien yo les hablo». (23b)

En el corazón de su discurso, él presentó una teología sólida en términos claros y fáciles de entender.

«Él es el Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él. Ya que es el Señor del cielo y de la tierra, no vive en templos hechos por hombres, y las manos humanas no pueden servirlo, porque él no tiene ninguna necesidad. Él es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad. De un solo hombre creó todas las naciones de toda la tierra. De antemano decidió cuándo se levantarían y cuándo caerían, y determinó los límites de cada una.

Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose a tientas, lo encontraran». (vs. 24-27)

Él mantuvo la atención de ellos al hacerlo algo personal . . . hasta citó de la propia literatura de ellos.

«Aunque él no está lejos de ninguno de nosotros. Pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Como dijeron algunos de sus propios poetas: “Nosotros somos su descendencia”». (vs. 27b-28)

Entonces los desafió con una verdad teológica nítidamente entrelazada con la cultura ateniense.

«Y, como esto es cierto, no debemos pensar en Dios como un ídolo diseñado por artesanos y hecho de oro, plata o piedra». (v. 29)

Finalmente, él «remató» la aplicación («que todo el mundo en todas partes se arrepienta de sus pecados») con una declaración sobre dos hechos ineludibles (el juicio de Dios, la resurrección de Jesús).

«En la antigüedad Dios pasó por alto la ignorancia de la gente acerca de estas cosas, pero ahora él manda que todo el mundo en todas partes se arrepienta de sus pecados y vuelva a él. Pues él ha fijado un día para juzgar al mundo con justicia por el hombre que él ha designado, y les demostró a todos quién es ese hombre al levantarlo de los muertos». (vs. 30-31)

Apúntelo, amigo. Esa es comunicación de calidad . . . todos los ingredientes necesarios para garantizar que haya profundo interés en el oyente. El predicador pudo haberse alargado (el discurso no duró dos minutos siguiera), pero los filósofos habían recibido lo suficiente. A penas le escucharon mencionar la resurrección, se acabó el discurso de Pablo. Pero no era el final de la comunicación de parte de Dios. Algunos se burlaron. Otros dijeron que regresarían. Algunos creyeron. Respuestas típicas. Se había acabado la canción, pero la melodía permanecía.

Lo mismo ocurre hoy. Una mescolanza de domingo a domingo. Cambie los detalles particulares y usted se encontrará con un resultado similar en lugares a través del mundo. Uno habla, muchos escuchan, algunos creen. Cuan fácil sería que el vocero se sienta intimidado . . . que, tal como Andrés, piense «¿Pero de qué [sirve] ante esta enorme multitud?» . . . que se olvide de que la filosofía vacía nunca podrá ganarle a la teología bíblica. Es el principio eterno de David contra Goliat: uno más Dios es igual a . . . ah, usted conoce la fórmula.

Pero espere. Una advertencia sería apropiada. Antes de que nos apresuremos a juzgar y proclamar una victoria fácil sin importar nada, entendamos que la estrategia requiere que haya calidad. No es tan simple como dejar caer una media tonelada de reclamos religiosos, una variedad de verbos, pronombres y adjetivos, sino la preparación del corazón, el afilar la mente, una entrega cuidadosa de la información, sensibilidad, sentido del tiempo y claridad. Es la diferencia entre alimentar a baldazos a los cerdos y dar de comer a las ovejas.

Es bueno que, en ocasiones, los buenos comunicadores regresen a Atenas. Para sacarle el polvo a esos ídolos antiguos en la calle y volver a escuchar la voz del predicador resonando por esa colina histórica. Para mirar dentro de esos ojos oscuros y volver a sentir su pasión. Después, hacer un trazado a través de los siglos del legado incomparable de voceros de Dios.

¡Qué magnífica banda de inadaptados!

Si usted es uno de ellos, estudio mucho, ore intensamente, piense bien las cosas, diga la verdad, y entonces párese con confianza. Pero mientras está sobre sus pies, no vista de harapos a las riquezas de Dios. Dígalo bien.

 

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.