1 Reyes 17: 1—7; Santiago 5:17, 18

Elías había orado para que no lloviera y, finalmente, no llovió por tres años y medio. Por tanto, el arroyo seco era una indicación de que aquello por lo cual había orado estaba comenzando a producirse. Elías estaba viviendo el resultado de su oración.

¿Le ha sucedido a usted lo mismo alguna vez? «Señor, hazme un hombre santo. Señor hazme una mujer conforme a tu corazón». Mientras tanto, en su corazón está pensando: pero que no me duela mucho. «Señor, hazme constante, paciente y misericordioso», pero no me quites muchas de mis comodidades. «Señor enséñame a tener fe, hazme fuerte», pero no permitas que sufra. ¿Alguna vez ha argumentado con Dios de esta manera? Queremos tener madurez al instante, pero no de la clase que exige sacrificio, dolor emocional o padecimientos. «Señor, dame paciencia. . . ¡pero la quiero ahora mismo!»

El campamento de entrenamiento espiritual de Dios no funciona de esa manera. Ha sido creado para que desarrollemos madurez, no para que nos sintamos cómodos. Pero el negarse a sí mismo no es una virtud popular en la cultura de hoy en día.

Poco antes de que Robert E. Lee (General de la confederación en la Guerra Civil de los Estados Unidos de América) fuera llamado a la presencia del Señor, una joven madre le trajo a su pequeño bebé. Con ternura, Lee tomó al niño en sus brazos y lo miró profundamente a los ojos. Luego dirigió su mirada a la madre, y le dijo: «Enséñale que debe negarse a sí mismo».

El veterano ex combatiente sabía de lo que hablaba. Como dice Douglas Southall Freeman: «Si se pudiera resumir su vida (la de Lee) en una sola frase del libro que leía con tanta frecuencia, esa frase habría sido estas palabras: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame».

Nuestro Dios es severo. Él nunca le pone fin a su régimen de capacitación. Nos afeita la cabeza, nos quita nuestro cómodo y seguro estilo de vida, nos lleva a cuarteles atestados y desconocidos, y cambia nuestro círculo de amigos, ¡es como estar en un campamento de entrenamiento espiritual!

Mientras lo hace, ¡nos quita todo nuestro orgullo! Y luego comienza a echar las bases de una gran valentía, de una nueva clase de confianza, por así decirlo, la clase que ya no nos defiende a nosotros sino a él. ¡Que cambio tan magnífico es este! ¡Y qué fundamental para nuestro viaje hacia la madurez! Una vez más, todo es parte del proceso de bajarnos los humos.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.