1 Samuel 16: 21-23

Dios tenía puesta su mano sobre este joven cuya música no solo llenaría el corazón de un rey deprimido y cargado de ira, sino que también algún día llenaría su Palabra escrita. Así pues, David, entra con su primitivo instrumento de cuerdas en ese sombrío lugar donde vivía Saúl.

Saúl estaba dispuesto a probar lo que fuera. «Consíganme un hombre», dice. «No me importa quién sea, pero tráiganmelo».

La música de David liberaba, de algún modo, los sentimientos que estaban encerrados dentro de este hombre atormentado, y serenaba al monstruo salvaje que había en su interior. Cuando a David le llegaba el momento de marcharse, Saúl estaba ya sereno. La presencia maligna se había marchado.

Dios utilizó el don de la música para poner a David en la misma presencia de la cámara del rey. Y el rey no solo encontraba alivio para su tortura interior, sino que también llegó a sentir amor en su corazón por el joven pastor cuya música conmovía su alma.

El creyente lleno del Espíritu Santo es también un creyente lleno de música. Y su melodía es transmitida directamente al cielo-en vivo- donde la antena de Dios siempre es receptiva, y donde los consoladores temas de su canción son siempre apreciados.

Nunca se preocupe por lo hermosa o terrible que puede parecerle su voz al cantar. Cante alto para ahogar esos pensamientos de derrota que normalmente claman por atención. Libérese de esa jaula de desánimo introspectivo. ¡CANTE! ¡CANTE! Usted no está actuando en una audición de prueba para ser parte del coro de la iglesia; ¡usted está haciendo melodía con su corazón para el Señor su Dios! Si usted escucha con atención cuando termine, oirá las huestes del cielo respondiéndole con gozo.

Música suave para un corazón duro, eso era lo que David le daba a Saúl. Esa es la música del alma que da el Salvador, y es en ese punto donde todos debemos comenzar. Él murió por nosotros. Se levantó de los muertos para darnos el deseo y el poder tener una vida positiva y rebosante, libre de las garras de la depresión e impotencia humana. Él es nuestro pastor, y nosotros somos sus ovejas que necesitan la música de su amor. Podemos regocijarnos y alborozarnos juntos. ¡Hagámoslo más frecuentemente!

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.