Salmos 78:9

El Salmo 78 es un himno de historia. Siendo un salmo masquil, está diseñado para instruir a quienes consideran su mensaje. Sus palabras iniciales nos ordenan a escuchar. . . inclinar el oído hacia lo que el compositor, Asaf, tenía que decir. De inmediato, nos damos cuenta de que él está haciendo un recuento de los días tristes de la desobediencia que caracterizó a los judíos durante su rebeldía y deambulación. A través del salmo, Asaf hace un contraste entre la paciencia y fidelidad de Dios ante las fallas y la falta de fe de Israel. Sin duda, este himno antiguo fue cantando en clave menor.

Estando de safari en las Escrituras recientemente, mis ojos se posaron en el versículo 9. Me hallé intrigado por un trazo extraño de la pluma del salmista:

Los guerreros de Efraín, aunque estaban armados con arcos,
dieron la espalda y huyeron el día de la batalla. (Salmos 78:9)

Estos hombres de Efraín eran diestros con el arco y las flechas. Además, tenían suficiente equipo como para poder enfrentar el ataque enemigo. Tenían en su posesión abundante habilidad y equipamiento. . . ¡pero no se notaba! En el «día de la batalla» (esto es, el primer día de la lid) ellos «dieron la espalda». Como zorros perseguidos por perros sabuesos, ellos salieron corriendo. El sonido de la batalla los puso tan nerviosos como un gato de cola larga en una sala llena de sillas mecedoras. Aunque estaban bien armados y capacitados con su equipamiento, les faltaba constancia. Era un grupo de hombres que, por fuera, parecían resistentes, musculosos, impresionantes, altamente preparados. Eran tan fluidos como un equipo de ejercicios de la infante de marina, siguiendo el manual de armamento como una máquina a punto. En el momento de la inspección, nadie hallaba errores en la Compañía «E». Las sandalias de todos brillaban como el cromo. Pero dentro de esos uniformes de vestir azules, escrito sobre la piel blanda de sus barrigas, había una descripción más correcta —cobarde. La maniobra más rápida que alguna vez hicieron fue levantar la bandera blanca. La única arma que usaron alguna vez para restringir al enemigo fue la nube de polvo que causaron al retirarse rápidamente en masa.

¡Qué acusación! A los hijos de Efraín les encantaba las paradas recordando los héroes de ataño y tirando al blanco, pero a penas las cosas se ponían difíciles, corrían hasta salirse de sus sandalias corriendo de regreso al cuartel. Los perdedores originales. Las palabras disciplina y valor eran palabras feas en el campamento de los de Efraín. Su lema era la comodidad y su eslogan era «Dar una buena impresión». Pero detrás de la liviana capa de valor había una cáscara frágil y plástica de rendición.

Los hijos de Efraín siguen vivos, como usted lo sabe. Ellos han invadido las filas de las iglesias y las familias, y hasta que las dificultades aparezcan, uno no puede detectarlos. Ellos copian a la perfección el estilo de vida de los santos. Sus palabras y oraciones, versículos y votos brillan como las flechas de Efraín al amanecer. Pero deje que los rayos calientes de las dificultades les golpeen en las espaldas y los haga derretir como la mantequilla que se pone sobre el fuego de la hornilla. Simplemente «son incapaces de sobrellevar la batalla». . . no pueden «lidiar con la presión». . . buscan la salida más fácil. Salen corriendo. Vienen para pedir consejo, pero rechazan las demandas de las Escrituras. Quieren un curandero con un remedio rápido, no la recomendación directa de que se arrepientan, que reestablezcan relaciones bíblicas y que restauren la manera de vivir que es de Dios.

Años atrás en la radio, en un programa de conversación en Los Ángeles, California, una autora reveló una estadística increíble tomada de su libro Runaway Wives [Esposas fugitivas]. Veinte años atrás por cada esposa o madre que abandonaba su hogar y sus responsabilidades. . . 600 esposos y padres hacían lo mismo. Hoy, por cada hombre que lo hace, dos esposas hacen lo mismo.

¡Selah! Haga una pausa y deje que eso penetre.

Entienda, no estoy apoyando ninguna de esas opciones, ni estoy tomando lado con una opción por sobre la otra. Simplemente estoy asombrado por el surgimiento increíble de mujeres modernas que escogen escapar como la metodología favorita para «afrontar» las cosas. De manera contraria a la gran herencia norteamericana, muchos de los ciudadanos de hoy prefieren «cambiar en vez de pelear». . . o, para serle sincero, darse por vencido en lugar de quedarse en su lugar. Lo que antes no era siquiera una opción, ahora se ha convertido en procedimiento estándar —el plan preferido a seguir. Hogares e iglesias a través del mundo son habitados por los fantasmas de los de Efraín.

La costumbre de darse por vencido crea una resaca extraña que complica en vez de corregir nuestras dificultades. La capacidad de «apagar» nuestras responsabilidades está ahora de moda. Hubo un tiempo en que cuando las cosas se ponían duras, los duros se ponían a trabajar en ello. ¡Ya no! La manera de ahora es «si empiezas a hundirte, salta, no trates de usar un balde para sacar el agua». Es «Si las cosas se ponen difíciles, desista, no se moleste».

¿Hay alguna batalla que usted está enfrentando hoy? Anote cinco razones por qué usted no debe darse por vencido. Para encontrar inspiración, vea 1 Timoteo 6:11-16.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.