1 Juan 3:16-18

Ayer, comenzamos a hablar del pantano legal—la tendencia que tiene la gente, aun los que profesan ser cristianos, de entrar de cabeza al fango de batallar en las cortes, a menudo sin haber intentado una reconciliación personal.

Y cuanto más tiempo pasamos en el pantano, más apestosa se vuelve nuestra actitud. Esto es especialmente cierto cuando escogemos insistir en el tema estrictamente desde el punto de vista legal. Aun cuando ganamos el caso, no nos quedamos sintiendo humildad y gratitud. Nos queda un sentir de orgullo—aun de amargura. ¿Por qué? Porque «conseguimos lo que se nos debía . . . lo merecido».

Se me ocurrió (gracias a un mensaje perspicaz que alguna vez escuché de un amigo) que cuando las personas consiguen lo que se merecen, se pierden el gozo de la gratitud. En vez de tener una humilde gratitud, sienten resentimiento por no haber recibido más (o haberlo recibido con mayor prontitud), o sienten arrogancia porque consiguieron salirse con la suya. ¿Y se han dado cuenta? Hay ausencia de gozo. De principio a fin el proceso es una batalla de voluntades: severa, amarga y analítica. Aun cuando acaba—la ofensa se mantiene presente. Cada lado se aleja con la cara larga, sin tener contacto físico y sin ceder en lo mínimo. Puede ser que haya una alegría pasajera al «dividir el botín», pero mientras la cabeza se infla, el corazón se endurece.

¿Sabe cuál es el proceso que prefiere Dios? Recientemente, ¿ha considerado lo que Él dice sobre la manera correcta de resolver nuestras disputas? ¿Desea conocer Su plan para sanar las ofensas? Permítame:

«Cuando uno de ustedes tiene un conflicto con otro creyente, ¿cómo se atreve a presentar una demanda y a pedirle a un tribunal secular que decida sobre el asunto, en lugar de llevarlo ante otros creyentes?  . . . Si tienen conflictos legales acerca de tales asuntos, ¿por qué acuden a jueces que son de afuera y no son respetados por la iglesia? Digo esto para que se avergüencen. ¿No hay nadie en toda la iglesia con suficiente sabiduría para decidir sobre esos temas? En cambio, un creyente demanda a otro, ¡justo frente a los incrédulos!

El hecho de que tengan semejantes demandas legales unos contra otros es en sí una derrota para ustedes. ¿Por qué mejor no aceptar la injusticia y dejar el asunto como está? ¿Por qué no se dejan estafar? En cambio, son ustedes mismos los que hacen lo malo y estafan aun a sus propios hermanos en Cristo». (1 Corintios 6:1, 4-8)

«Bendigan a quienes los persiguen. No los maldigan, sino pídanle a Dios en oración que los bendiga. Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo!

Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos.

Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras: “Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen”, dice el Señor». (Romanos 12:14-19)

«Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo». (Efesios 4:31-32)

¡Qué radical es este plan, pero cuán superior! Ahora, esto no será algo que ocurra de manera natural, ni podrá ser implementado teniendo una voluntad necia y un espíritu orgulloso. Por ambas partes deberá haber una ausencia de egoísmo . . . una disposición para escuchar, negociar, ceder, confesar, someter, soltar, olvidar y después avanzar. En realidad, permitir que la otra persona pueda obtener algo que no se merece. Difícil, ¿no?

Pero, verá usted, eso es lo que produce el gozo de la gratitud . . . el recibir lo que no nos merecemos. Cuando eso ocurre, la humildad toma el lugar del orgullo. Un espíritu agradecido desplaza la arrogancia. La misericordia se manifiesta por sobre el resentimiento. Los derechos se ven mucho menos importantes a la luz de una relación restaurada. ¿Por qué? Simplemente porque alguien recibió lo que no merecía.

A esto se le llama gracia.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.