Salmo 5

Es difícil hacer bosquejos de algunos salmos mientras que otros parece que pueden organizarse fácilmente. El Salmo 5 es de estos últimos. Comienza con un ruego (vv. 1-3) al Señor, a quien David se dirige como:

«Oh Señor». . . «Rey mío». . .  «Dios mío». . .   «Oh Señor». Concluye con una promesa (v. 12). En medio del ruego y la promesa se encuentran cuatro descripciones. Un bosquejo del Salmo sería así:

  1. Un ruego (vv. 1-3)
  2. Cuatro descripciones (vv. 4-11)
  3. Cómo es el Señor (vv. 4-6)
    B. Cómo es el salmista (vv. 7-9)
    C. Cómo son los enemigos (vv. 9-10)
    D. Cómo son los justos (v. 11)

III. Una promesa (v. 12)

Observe la petición introductoria de David:

Escucha, oh Señor, mis palabras; considera mi suspiro. Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré ante ti y esperaré. Veo tres cosas en este ruego.

Primero, era una oración «matutina». En el versículo 3, David menciona dos veces que era «en la mañana», cuando él se reunía con su Señor.

Segundo, era una petición que surgía de alguien cuyo desánimo iba en aumento. Mire los dos primeros versículos y note como aumenta la intensidad: «Escucha, oh Señor, mis palabras; considera mi suspiro. Atiende a la voz de mi clamor».

La poesía hebrea puede ser complicada pero trae algunas cosas que son fáciles de entender. Una técnica sencilla, pero a la vez significativa, utilizada en estos dos versículos es lo que los eruditos llaman, «paralelismo sinónimo». Entre tanto que progresa la estrofa, cada concepto reafirma el anterior, al mismo tiempo que aumenta su intensidad. Si fuera una partitura, la nota pediría un crescendo. David está rogando: «¡Escúchame!» Luego, el ruego es más profundo: «¡Considera!» Luego su ruego se hace más fuerte al decirle al Señor: «¡Atiende a la voz de mi clamor!» Al entrar en la profundidad de este himno, uno tiene que darse cuenta del creciente desánimo en el corazón del escritor. Imagine el gemido interno de David. Piense en su miseria intensificada al leer acerca de su situación.

Tercero, el salmista anticipaba la intervención de Dios. Por fe, él sabía que Dios le ayudaría. Dos frases en el versículo 3 revelan esto: (1) «de mañana me presentaré ante ti», (2) « y esperaré».

El término hebreo que se traduce, «me presentaré» da la idea de expresar una orden. La oración puede bien decirse de esta forma: «… en la mañana te diré lo que quiero». Aunque pueda sonar presuntuoso al principio, el concepto es como cuando alguien está en un restaurante y está leyendo en un menú lo que quiere comer. David simplemente está escogiendo algo que el Señor ya le ha ofrecido. David consideraba su tiempo en la mañana como un lugar para pedirle a Dios de su menú de bendiciones.

Luego dice: «…y esperaré». Después que David le ha pedido a Dios lo que necesita, él espera ansiosamente una respuesta de su Señor. David rehusó llevar sus cargas con él todo el día. Al contrario, cada mañana llevaba sus necesidades y las presentaba ante Dios.

Cuando pensamos en  «pedir alguna petición», debemos recordar algo esencial: debemos ser específicos. Existen muchas oraciones hechas con timidez y ambigüedad. Dios nos invita a orar con una expectativa clara de pedir lo que nos ha prometido y anticipar lo que sabemos que es su voluntad.

Luego dice: «y esperaré» Después que David presentaba su petición cada mañana, él anticipaba las respuestas. Él esperaba que Dios «supliera su orden» y luego esperaba la respuesta durante el día. Cuando la perspectiva se ve oscura en la mañana, cuando el desánimo nos ataca, es bueno enfocar nuestra atención en el cielo. Realmente marca una gran diferencia en nuestro día. A través de la Escritura, hay momentos decisivos espirituales que ocurren en la mañana. La oscuridad cede a la luz así como la contemplación se convierte en visión. Por ejemplo:

Porque su ira dura solo un momento pero su favor dura toda la vida. Por la noche dura el llanto pero al amanecer vendrá la alegría. (Salmo 30:5)

Pero a ti he invocado, oh Señor; de mañana sale a tu encuentro mi oración. (Salmo 88: 13)

Por la bondad del SEÑOR es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. (Lamentaciones 3: 22-23)

Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche, Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba. (Marcos 1: 35)

Los ruegos de David se volvieron más desesperados mientras seguía sufriendo y continuaba buscando la intervención de Dios. Luego, oró con confianza en la soberanía de Dios y su bondad. De hecho, él decidió comenzar cada mañana de la misma manera; iniciaba cada día «presentando su orden» y esperaba con confianza en la respuesta de Dios.

Afirmando el alma: ¿Qué es lo que lo tiene más desanimado en este momento? ¿De qué manera el desánimo ha afectado su vida de oración? Quizás, al igual que David, usted puede orar confiando completamente en la soberanía y la bondad de Dios. Es difícil hacerlo al principio pero, con el tiempo, su actitud irá volviéndose como su oración.

Usted puede orar confiando completamente en la soberanía y la bondad de Dios

Charles R. Swindoll Tweet esto

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.