Hechos 2:46-47
Ayer le conté una historia acerca de una hazaña maravillosa de Harry Houdini en el que, frente a una audiencia animada, escapó de un par de esposas con candados—¡algo increíble! Después él admitió que interrumpió el proceso varias veces ¡porque necesitaba el aplauso del público para mantener su propio entusiasmo!
Dos cosas liberaron a Houdini: (1) su conocimiento de lo que él sabía que era verdad y (2) la cultivación de su propio entusiasmo.
¡Qué rol tan importante tiene el entusiasmo en nuestras vidas! De muchas maneras es el ingrediente clave que nos libera de la restricción, la oscuridad y el confinamiento acalorado de una tarea. Cuando las probabilidades están en contra nuestra, las horas son largas y el final todavía no se vislumbra, el entusiasmo nos rescata de la tentación de abandonar—o escapar—o quejar. Le quita la pesadez y la monotonía del aburrimiento. Provee tropas frescas cuando la batalla se alarga y el cuerpo se agota.
Los atletas se alimentan de ello. Vendedores son motivados por ello. Profesores cuentan con ello. Alumnos fallan si no la tienen. El liderazgo lo demanda. Proyectos se completan a causa de ello. El lema de Ralph Waldo Emerson es tan cierto hoy como lo fue el día en que lo escribió:
Ninguna cosa grande se logró sin entusiasmo.
Pocas características son más contagiosas, más magnéticas. Estoy convencido de que una de las razones porqué Dios nos da tantas promesas personales en Su Palabra es para animar a nuestro entusiasmo—armar una fogata en la sala de vapor de nuestras almas.
Houdini estaba en lo correcto: Conocimiento es esencial—pero conocimiento sin entusiasmo es como una llanta sin aire . . . como una cama sin sábanas . . . como un «muchas gracias» sin una sonrisa. Quite el entusiasmo de un culto dominical de la iglesia y usted tiene lo que se parece más a un servicio de recuerdo en una funeraria en un lunes. Quite el entusiasmo de las alocadas actividades familiares y usted ha convertido un carrusel en un molino. El entusiasmo actúa como un aceite los sábados en nuestro hogar cuando es día de limpieza y la máquina familiar necesita una ayuda.
Dos hombres estaban en una cárcel militar. Uno estaba apenado y deprimido. El otro bastante alegre. El soldado apenado se lamentaba de que había desertado y estaría encerrado por treinta días. Su sonriente compañero respondió que había dado muerte a un general y que estaría encerrado por tres días. Sorprendido, el soldado decaído reclamó: «¡Eso no es justo! Tu crimen fue mucho mayor. ¿Por qué estoy encerrado por treinta días y tú solo por tres?». Sonriendo aún, el otro respondió: «El miércoles me van a ahorcar».
¿La diferencia? El entusiasmo.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.