Éxodo 2:15-25

Los fines espirituales nunca se logran a través de medios carnales. En Egipto, como usted recordará, Moisés «miró a u no y otro lado», y luego asesinó al egipcio y lo enterró en la arena. Como ya dijimos, Moisés pudo haber pensado que estaba siguiendo el plan de Dios en ese momento, pero nunca se tomó el trabajo de saber si así era. Con toda seguridad no oró antes de asestarle el golpe; y no tenemos algo que nos diga que buscó el rostro de Dios antes de dar ese importante paso. Como resultado, los sueños de Moisés se volvieron una nada como una caja de cartón empapada de agua.

El hecho es que usted no puede plantar una semilla carnal y cosechar una planta espiritual. Usted no puede plantar un árbol carnal y cosechar fruto espiritual. Si usted manipula, disimula, engaña y miente para llegar a la cima, ¡no le dé gracias a Dios por la promoción! Dios sabe, como lo sabe usted también, que maniobró, tocó una tecla y enterró esos cadáveres en el suelo para lograr su ascenso. Por tanto, cuando tenga esa oficina más grande él no lo necesita. Son sus huellas, no las de él, las que están en todo el plan.

Hay veces que le decimos al Señor: «Gracias por esto Padre». Y el Señor tiene que responder: «¿Quién? ¿Yo? Eso yo no lo hice. Fue obra tuya». Usted hace trampas en un examen, obtiene una buena calificación, y le da gracias a Dios por la máxima nota. Usted miente en su declaración de impuestos, obtiene un buen reembolso, y le da gracias por el dinero extra que puede dar al fondo de construcción de la iglesia.

De nada vale hacer las cosas así, amigo mío, porque el Señor le dice: «Eso no lo hice yo, fue tu plan».

Mientras Moisés estaba sentado junto al pozo, puedo imaginar una voz apacible y delicada que le dice, en medio de sus pensamientos: «No me agradezcas, Moisés, que un egipcio esté enterrado en la arena. Tú lo hiciste. Las acciones carnales como esa nunca pueden facilitar mis planes. Eso fue algo carnal, Moisés, de principio a fin. Y tú lo sabes muy bien».

Sí, lo sabía. Y lo supo muy bien cuando volvió a reunirse con los hebreos al día siguiente para convertirse en su líder, pero solo fue ridiculizado y rechazado. Después de esto todo el plan se le vino abajo, y tuvo que pasar vergüenza y regresar tal como había venido. Pero, afortunadamente, Moisés aprendió bien esa primera lección.