Mateo 2:13, 16; Marcos 6:17–28
Rastrear la genealogía de Herodías es como rastrear las raíces enredadas de un árbol venenoso. Su vida y familia resaltaron por su malicia, engaño, inmoralidad y asesinato. Su familia había plantado la semilla de la maldad y ahora llevaba fruto malvado.
El abuelo de Herodías, Herodes el grande, que destruyó a niños inocentes en Belén después del nacimiento de Jesús, la dio en casamiento al hijo de Herodes, Felipe, su tío. Luego se divorció de Felipe y comenzó otra unión ilícita con el hermanastro de Felipe, Herodes Antipas, el gobernador de Galilea y Perea. Juan el bautista condenó a Antipas por casarse con ella: «Es contra la ley de Dios que te cases con la esposa de tu hermano» (Marcos 6:18). La acusación de Juan les enfureció, y tanto Antipas como Herodías querían a Juan muerto. Sin embargo, Antipas, «respetaba a Juan y lo protegía porque sabía que era un hombre bueno y santo» (6:20) y temía el poder que tenía Juan sobre las multitudes, así que solo lo arrestó.
Herodías era vengativa y cruel y quería la cabeza de Juan, así que puso una trampa a Antipas usando a su propia hija como anzuelo. Herodías usó su trampa cuando su «víctima» menos lo esperaba, cuando Antipas estaba contento por la celebración de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó en el escenario delante de los militares y otros hombres que habían asistido a la celebración, especialmente el gobernante quien le dijo que le daría cualquier regalo que quisiera. Solo tenía que pedirlo.
Sin saber qué pedir, la joven preguntó a su madre. Aquí fue cuando atacó la víbora: y dijo a su hija: «¡Pide la cabeza de Juan el Bautista!» (Marcos 6:24). Antipas no estuvo contento, pero aceptó la petición e inmediatamente le dieron la cabeza de Juan en una bandeja.
Herodías era una mujer furiosa, un fruto venenoso de venganza. Una vez infectado con el veneno de la venganza, el único antídoto para el alma es el perdón.
La vida de Herodías nos enseña la verdad de cómo un árbol genealógico plantado en maldad produce una cosecha de pecado, a menos que con un hacha se arranque la raíz venenosa. El pecado que excusamos en moderación, nuestros hijos excusarán en exceso. Para parar la producción de pecado, tenemos que inyectar el perdón de Dios que solo viene a través de la fe en Jesucristo y la obediencia a su persona.
Adaptado del libro, Las Sabias y las Audaces. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.