Lucas 2
Uno de los grandes misterios de Dios es cómo la oración cambia el mundo.
Lucas 2 nos dice que la oración era el secreto que Ana guardó. Una profetisa «avanzada en años», ella adoraba en el templo, ayunando y orando noche y día. Como sombras del Antiguo Testamento que se adentran en las primeras páginas del Nuevo Testamento, Ana junto con un hombre mayor llamado Simeón, eran algunos de los fieles que oraban con paciencia, pasión y expectativa al Único que vendría a redimir a Israel. Un día que se tejía con otro hasta que se juntaron años tejidos como nudos en un manto de oración. Ana y Simeón se envolvían en la promesa de Dios y seguían pidiendo en Su trono año tras año.
Y finalmente llegó el día. Ana fue al templo esa mañana tal y como había hecho por ocho décadas. Imagínela, como una columna en el templo todo ese tiempo. La luz de la mañana, que se reflejaba en las paredes altas, la alumbraba al tomar su posición en los arcos del templo. Tenía todo el día de oración por delante. Y entonces los vio. Por ahí. La pareja joven que hablaba con Simeón. El niño en sus brazos. Las lágrimas que le caían por el rostro. Ana supo en un momento. Su arrugada mano sobre su boca y seguidamente ambas manos en el aire:
«¡Gloria a Dios! ¡Ya está aquí! ¡El Mesías ha venido!»
El día que María y José fueron al templo a presentar a su hijo Jesús recién nacido al Señor, la petición que Ana y Simeón habían orado por tanto tiempo fue contestada: «la salvación que preparaste para toda la gente, Él es una luz para revelar a Dios a las naciones, ¡y es la gloria de tu pueblo Israel!» (Lucas 2:30-32). María y José se maravillaron al ver lo que estos dos fieles siervos dijeron acerca del bebé. Ana solo podía «. . . alabar a Dios. Habló del niño a todos los que esperaban que Dios rescatara a Jerusalén» (2:38). Seguramente nadie podía hacer que esta señora mayor se callase. . . ¡y con razón!
La petición de toda una vida fue contestada; el Mesías por fin había venido. Podemos confiar en que la soberanía de Dios tuvo en cuenta las oraciones de Ana en el tiempo perfecto de Dios. Solo basta con decir que Ana había sido fiel en la oración, y creyó que Dios sería fiel a Su Palabra, aunque los días se convirtieran en meses. . . y en años. . . y en décadas. Ana aprendió un secreto sobre la oración, uno que saben todos los hijos de Dios que esperan en Él. Dios cambia el mundo a través de la oración. . . no tire la toalla.
Adaptado del libro, Las Sabias y las Audaces. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.