1 Reyes 16–21
Nadie llama a su hija Jezabel, y no hay mujer que quiera que la llamen Jezabel. La vida de esta mujer poderosa es una advertencia de lo que puede pasar cuando insistimos en «hacer las cosas a mi manera».
Jezabel y su esposo Acab vivían en un tiempo de sequía espiritual en la historia de Israel. Cuando la nación estaba dividida, Acab gobernaba el reino del norte. Cuando eligió a Jezabel, una mujer pagana, como esposa, no hizo caso a su avivamiento de alabanza a Baal en Israel. No es de sorprender cuando finalmente ella separó el corazón de Acab de Dios (1 Reyes 16:28–33).
No hay duda de que Jezabel era una mujer fuerte y espabilada. Sin importar el rol de rey de Acab, ella llevaba los pantalones en la familia. Adoptar una mentalidad de hacer lo que sea por salirse con la suya, hizo que los hombres temblaran y corrieran (1 Reyes 19:2–3).
No había nada demasiado grande o sagrado que pudiera ponerse en su camino:
Cuando su esposo quiso expandir el jardín, ella fue en contra de su vecino, hizo que lo apedrearan hasta matarlo y tomaron sus tierras (21:5–7, 15).
Cuando los sacerdotes que honraban a Dios se negaron a doblar la rodilla ante Baal, ella se deshizo de ellos (1 Reyes 18:4).
Cuando el profeta Elías la llamó por lo que era, entró en la lista de los más buscados (1 Reyes 19:1–2).
Incluso su esposo el rey, fuerte en batalla, no podía estar a la altura de lo que ella quería y la temía con desprecio.
Para Jezabel, la ambición se convirtió en una locura y su orgullo pensaba que era imparable. Pero como pasa siempre en la historia, llegó un día en que Dios dijo «ya basta».
En Su gracia paciente, el Señor ata a los hombres y mujeres malvados dándoles suficiente longitud como para que den la vuelta. Pero cuando no lo hacen, Dios entra en escena y tiene la última palabra. No hay nada que pueda estropear el plan de Dios.
La vida de Jezabel terminó abruptamente cuando la empujaron desde una ventana. Nadie recogió su cuerpo, y finalmente los perros la devoraron, tal y como había dicho Dios. (2 Reyes 9:30–37).
Si su seguridad se ha convertido en necesidad de control, la lección que sacamos de la vida de Jezabel es difícil de digerir: no piense que su plan está bajo su control. El mundo puede que lo llame poder e influencia, pero Dios lo llama maldad y puede llevarle a un lugar peligroso muy rápido.
Hoy es el día de humillarse a sí misma bajo la mano de Dios. No espere a que Dios la fuerce a ponerse de rodillas.
Adaptado del libro, Las Sabias y las Audaces. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.