Santiago 3:3-9

Hemos estado hablando sobre esta cualidad muy poco común pero esencial que es la prudencia. Mencioné que el ejemplo clásico de la imprudencia humana es el cristiano áspero quien cree que el llamado de él o ella es pelear por la verdad con poco o nada de consideración por lo que siente la otra persona. Por más que cite porciones rápidas de la Escritura, es muy poco probable que Proverbios 18:19 salga de los labios de este cruzado blindado:

«Un amigo ofendido es más difícil de recuperar que una ciudad fortificada.
Las disputas separan a los amigos como un portón cerrado con rejas».

Su plan de ataque favorito es desestimar o demandar firmemente, y deja atrás un callejón regado de corazones rotos y almas amargas. Desafortunadamente, a menudo el predicador es el mayor ofensor, que parece disfrutar de desarrollar un púlpito que devasta en vez de dar ánimo, que fustiga en vez de edificar. Su arma homicida es ese instrumento contundente escondido detrás de sus dientes.

«El corazón del justo piensa bien antes de hablar», escribió Salomón en Proverbios 15:28. «La respuesta apacible desvía el enojo» (Proverbios 15:1).

La persona sabia usa su lengua para «[hacer] que el conocimiento sea atractivo», añadió el rey en Proverbios 15:2. Y quien puede olvidar el impacto causado por el proverbio que dice: «Las palabras del sabio traen alivio» (Proverbios 12:18). . . o «A todo el mundo le gusta una respuesta apropiada;

¡es hermoso decir lo correcto en el momento oportuno!» (Proverbios 15:23).

En la televisión hay un anuncio publicitario de un ungüento de primeros auxilios, que dice: «Deje de sufrir. . . comience a sanar». Otro ofrece un parche que quita el «ayyy». Eso es un buen consejo. Seamos gentiles y tiernos cuando estamos tocando los sentimientos sensibles de otros. Mamás y papás, es difícil exagerar el valor de la prudencia dentro de las paredes de nuestro hogar. ¡Suavicen un poco los golpes! Usted podrá conservar un poco de auto estima muy valiosa al mismo tiempo que ganará respeto, créame.

A propósito, no hay que restar de los hechos cuando se añade la prudencia. Años atrás fui vendedor de zapatos. Con ojos alegres, mi empleador experimentado me enseñó a no decir: «¡Señora, su pie es demasiado grande para este zapato!». En lugar de eso, me enseñó a decir: «Lo siento Señora, pero este zapato es demasiado pequeño para su pie». Ambas declaraciones expresan los hechos, pero uno era un insulto y el otro un cumplido prudente. Los mismos hechos, diferentes palabras.

Eso no achicaba el pie de ella, pero sí le ayudó a evitar la vergüenza. De eso se trata con la prudencia.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.