Marcos 4:1-20

Dele suficiente tiempo al reverendo Aburrido Polvoseco y él logrará confundir la mayoría de las secciones de la Biblia. Siendo que nosotros los predicadores somos notorios por quedar atorados con los tiempos y las cláusulas de propósito del idioma griego y trivialidades teológicas, a menudo evitamos aquellas porciones que parecen simples y poco técnicas.

Como las parábolas, para ser específico. Como Marcos 4, para ser exacto. No solo es esta parábola simple y directa, también nos es interpretada por Jesús, Aquel a quien se le ocurrió la historia en primer lugar. Y siendo que tiene que ver con un tipo de agricultor que lanza algo de semilla sobre diferentes clases de tierra, no parece tener los ingredientes sofisticados que se necesitan para una mescolanza homilética. Después de todo, no hay mucho que decir acerca de la historia de un agricultor que deja caer aquí y allá un poco de semilla al azar —¿o sí lo habrá?

A primera vista, parece que no, pero después de pensarlo un poco, estoy convencido de que aquí hay más de lo que alguno de nosotros haya soñado. Y ya que el Hijo de Dios explica su significado esencial, la historia no puede ser torcida o maniobrada para gusto de algún predicador de ojos hambrientos en busca de tres puntos y una poesía.

Esta es una historia acerca de la vida —la vida real— la suya y la mía. Se reduce a cuatro respuestas básicas que la gente tiene hacia las cosas espirituales.

La «semilla», según el que narra, es «la palabra». Creo que estamos seguros al decir que «la palabra» se refiere a la verdad. La verdad de Dios. La verdad para la vida. Palabras que dan vida, provistas para nosotros por el Señor nuestro Dios. Las Escrituras, sí, pero también las percepciones, las perspectivas y la sabiduría que crecen en nosotros cuando la semilla echa raíces.

Las cuatro diferentes clases de «tierra» representan a personas de toda edad e intereses y trasfondos, quienes responden al Señor de diferentes maneras. Algunos escuchan, entonces rechazan de inmediato —al instante lo apagan. Otros escuchan y parecen disfrutarlo y hasta responden bien hasta donde se puede ver, pero pronto se alejan cuando sus burbujas se revientan y el avance se vuelve dificultoso. Aun otros se agarran y, al principio, abrazan lo que oyen, pero con el pasar del tiempo se distraen cuando su crecimiento es frenado por las «espinas» de la vida. Después, como siempre, hay aquellos que oyen, creen, crecen, se mantienen activos y pronto comienzan a reproducir como plantas saludables en la viña del Señor.

Es obvio que los primeros dos grupos no son nacidos de nuevo. Ellos se encuentran sin raíces, sin vida y sin fruto. Es obvio que el último grupo es nacido de nuevo: sumiso, activo y productivo. Pero, francamente, me molesta el tercer grupo.

Ellos son cristianos, porque crecen y llegan al borde de producir fruto, pero su crecimiento retarda. Estas personas oyen todo lo que el cuarto grupo oye. Pero esas percepciones y verdades que son necesarias nunca son aceptadas, nunca permitidas a echar raíces y crecer. ¿Por qué? Porque las espinas han entrado —espinas que sofocan el crecimiento normal de cada planta.

Espinas como estas nos hacen tropezar y causan una cantidad de miseria. ¡Son homicidas! Hablaremos más sobre la clase de amenaza que cada tipo de espina representa y sobre la solución que provee Jesús.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.