2 Crónicas 7:13-15

La historia de las grandes civilizaciones me recuerda a una puerta giratoria gigante. Da vueltas sobre el eje de la depravación humana mientras sus movimientos son marcados por el perímetro del tiempo. Con una repetición monótona cada civilización ha completado el mismo ciclo, habiendo pasado por una secuencia similar de eventos. Un hombre lo resumió de esta manera:

De la esclavitud a la fe espiritual
De la fe espiritual a gran valentía
De gran valentía a la fuerza
De la fuerza a la libertad
De la libertad a la abundancia
De la abundancia al tiempo libre
Del tiempo libre al egoísmo
Del egoísmo a la complacencia
De la complacencia a la apatía
De la apatía a la dependencia
De la dependencia a la debilidad
De la debilidad de vuelta a la esclavitud

Sea el imperio romano o el ateniense. . . la cultura egipcia o la europea, la crónica narra su propia historia. Sin importar geografía, orígenes, logros o nivel de prosperidad, cada uno se hundió profundamente en el vórtice de la ruina.

Considere a Babilonia. Difícilmente se puede encontrar hoy. No es más que una parada solitaria a lo largo del tren de Bagdad. Hoy, su hermosura y significancia reposan bajo toneladas de tierra, rocas y escombros en una tierra solitaria y olvidada. ¡Cómo ha caído ella!

También Israel nos puede enseñar la misma lección. Indague en la puerta llamada Jueces. Ese lugar reafirma la verdad del hábito cíclico de la humanidad. Vez tras vez —por más de 300 años— los judíos pasaron por una secuencia de eventos mencionados arriba. Como peones en una tabla de ajedrez, vivieron sometidos a poderes superiores hasta que Dios les concedió un libertador, quien avivó los fuegos de fervor espiritual. . . lo que inflamó la valentía. . . lo que encendió la fuerza militar. . . después la libertad. . . después abundancia. . . después el tiempo libre —y entonces descendieron por el tubo hasta volver a estar sometidos a otros. El antiguo camino de esa misma puerta giratoria se ha grabado sobre las láminas de la antigüedad de Israel.

Fueron unos doscientos años atrás, cuando trece colonias aún eran parte de Gran Bretaña, que el profesor Alexander Fraser Tyler se refirió a la caída de la República Ateniense. Él declaró:

Una democracia no puede existir como forma de gobierno permanente. Solo puede existir hasta que los votantes descubren que pueden votar para sí cantidades excesivas del tesoro público. Desde ese momento la mayoría siempre votará por los candidatos que prometen los mayores beneficios del tesoro, con el resultado que la democracia colapsa a causa de una política fiscal suelta, siempre seguida por una dictadura.

Es un hecho impactante de la historia que la edad promedio de las grandes civilizaciones del mundo ha sido aproximadamente doscientos años. Según esa estimación, América se halla viviendo en tiempo prestado. La antigua puerta giratoria está en movimiento y nos encontramos —según veo yo— en algún punto del ciclo histórico, entre la apatía y la dependencia. No hay que ser meteorólogo para predecir que habrá lluvia, si el cielo está negro y las gotas ya están comenzando a caer. Tampoco se necesita ser profeta para predecir una esclavitud futura si en el presente ¡la mayoría de la gente es apática y dependiente!

La esperanza para nuestras naciones depende del pensamiento independiente y el esfuerzo individual. El avivamiento de la disciplina, la integridad, el trabajo, la determinación y un orgullo saludable no es un asunto nacional sino personal. Cambios internos no son legislados por el congreso —nacen en el corazón y son cultivados en el hogar antes de que se produzcan en la nación. Francamente —todo se reduce a una persona, usted.

Una puerta giratoria tiene que ser empujada por los que están por dentro. Cuando dejemos de empujar, dejará de girar. . . pero no hasta entonces.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.