Salmos 131

Nadie puede negar el dolor causado por las consecuencias de las malas acciones. Puede ser algo tan sencillo como el castigo que recibimos de la vara de un padre o algo tan duradero y severo como una sentencia de prisión. Cualquiera, sin embargo, no es fácil de aceptar. La persona que le es infiel a su cónyuge y después abandona el matrimonio llegará a sufrir las consecuencias en algún momento. El hijo que huye de la casa durante un momento de rebeldía debe vivir con las consecuencias dolorosas de ello. El político que hace promesas irreales e inalcanzables si llega a ser elegido debe enfrentar la crítica después de la elección. El ministro que transige en el área de la ética o la moral debe vivir con la vergüenza privada y la pérdida del respeto público. La lista continúa.

Aun cuando nuestra época está caracterizada por una erosión de responsabilidad personal y por los muchos intentos de cubrir las consecuencias de las malas acciones, los días que se viven en desobediencia siguen siendo una realidad. El pecado todavía da su fruto amargo. Las consecuencias devastadoras todavía le esperan al transgresor. La Biblia dice: «No se engañen; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará» (Gálatas 6:7).  Son pocas las personas que tienen vidas más sombrías que aquellos que han desobedecido y que ahora sufren el afán de las consecuencias duraderas.

El Salmo 137 es una canción de luto que habla de personas que están enfrentando el afán de las consecuencias duraderas después de una larga historia de malas decisiones.

El compositor sirve de vocero para expresar la angustia del pueblo del pacto de Dios que fue removido de su tierra prometida, extirpado de su primogenitura. Como si fuesen una banda de prisioneros de guerra judíos, ellos fueron cautivados por los babilonios y llevados a una tierra extranjera. Los primeros renglones nos dan el escenario.

Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sion (v. 1).

Un paso breve por los siguientes ocho versículos nos ayuda a detectar otros términos que revelan esa sensación de sentirse prisioneros:

Versículo 3: «Los que nos habían llevado cautivos… nos habían hecho llorar».

Versículo 4: «. . . nos habían hecho llorar».

Versículo 7: «Acuérdate, oh, Señor, de los hijos de Edom».

Versículo 8: «Oh hija de Babilonia, la despojadora».

¿Por qué estaba un escritor hebreo en Babilonia? ¿Cuáles fueron los eventos que hizo que él y otros quedarán cautivos bajo este gobierno extranjero?

Créame. No fue un accidente. Sucedió exactamente cómo Dios lo había anunciado por medio de su profeta Jeremías:

Por tanto, así ha dicho el Señor de los Ejércitos: ‘Por cuanto no han escuchado mis palabras, he aquí yo enviaré a tomar a todas las gentes del norte y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus habitantes, y contra todas las naciones de alrededor, dice el Señor. Los destruiré por completo y los convertiré en escarnio, rechifla y ruinas perpetuas. Toda esta tierra será convertida en desolación y espanto. Y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años’ (Jeremías 25:8-9, 11).

Por siglos, el Señor había enviado profetas para que le dijeran al pueblo de Judá que su idolatría y su desobediencia continua los llevaría al exilio. No obstante, ellos continuaron en su desobediencia por más de trescientos años desde los últimos días del reinado de Salomón. Después de la muerte de Salomón, el reino de la nación judía se había dividido. Una guerra civil causó que diez de las doce tribus de Israel se refugiaran en el norte bajo el liderazgo del rey Jeroboam. Las otras dos tribus se fueron al sur siguiendo al rey Rehoboam, el hijo de Salomón.

En la Escritura, el reino del norte es llamado «Israel» y el reino del Sur es llamado «Judá». Israel tuvo diecinueve reyes durante sus más de doscientos años antes que cayera ante los asirios en el año 722 a. C. Judá tuvo veinte reyes y sólo ocho de ellos fueron reyes justos. Por muchos años, Judá vivía entre la obediencia y la rebelión hasta que el Señor permitió que los babilonios (que también se llamaban caldeos) la capturaran y la mantuvieran en esclavitud por setenta años, tal como Jeremías lo había predicho. El Salmo 137 fue escrito durante (o tal vez poco después) la cautividad de Judá en Babilonia.

Afirmando el alma: El Señor siempre nos amonesta antes de castigarnos. ¿Ha recibido advertencias para que deje un pecado habitual del cual no se ha arrepentido? ¿Cuál ha sido su reacción? ¿Qué fue lo que sucedió después? Si usted está escuchando advertencias ahora, piense en una persona confiable que le puede ayudar a «ponerlo en raya» antes que sea demasiado tarde.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.