Hechos 18: 1—17; 2 Corintios 4: 7—15

Pablo veía todo lo que le sucedía a través de los ojos de la fe. Esa extraordinaria peculiaridad le permitió ser contado entre los gigantes de la fe como Moisés. Recordado en la lista de Hebreos 11, quién de acuerdo con las Escrituras, «abandonó Egipto, sin temer la ira del Rey, porque se mantuvo como quien ve al invisible» (11:27). Al igual que Moisés, Pablo soporto las dificultades concentrándose en lo eterno. Usó sus adversidades como recordatorio de que debía mantener centrada su atención en las cosas que no se ven. Cuando nuestro corazón es recto, podemos hacer eso.

Hace un tiempo, Cynthia y yo viajamos a Houston para asistir a un evento de Visión Para Vivir. Mientras estábamos allí, disfrutamos de la breve visita que hicimos a la casa de unos buenos amigos. Estar de nuevo en la ciudad donde me crie me hizo recordar la casa en que ella y yo habíamos estado muchos años antes. Aquella casa tenía una enorme chimenea de piedra, lo suficientemente grande para meterse en ella a gatas. Disfruto grandemente de esas raras ocasiones cuando puedo sentarme junto a un fuego trepidante para leer o escuchar música clásica. ¡Soy un tipo a quien le encanta una chimenea!

Pues bien, grabadas en la gruesa piedra de madera que formaba la campana de esa magnífica chimenea, estaban estas palabras:

«Si tienes el corazón frío, mi corazón no podría calentarlo».

Cynthia y yo jamás olvidaremos esas palabras que estaban sobre esa gran chimenea de piedra. No hay ningún fuego en el mundo capaz de calentar a un corazón frío. Un corazón frío se mantiene clavado en las dificultades y se niega a ver más allá del presente. El corazón de Pablo ardía con el fuego de la fe, permitiéndole ver lo invisible. Eso es lo que lo mantenía en su sano juicio cuando estaba bajo presión; eso es lo que mantenía su corazón caliente.

Nada de lo que tocaba externamente a Pablo podía enfriarlo por dentro. Por el contrario, ello alimentaba la llama que ardía en su interior. Cuanto más se prolongaba la persecución, más ardía su fuego por Dios. Pablo mantenía su mirada centrada en aquel que lleva a cabo sus propósitos eternos en la esfera de lo invisible, cuando todo lo que había alrededor de él se venía abajo. Es que la adversidad fortalece nuestra fe, consumiendo la escoria del temor y de la incredulidad, al llevarse las dudas.

«La fe es la constancia de las cosas que se esperan y la comprobación de los hechos que no se ven» (Hechos 11:1). ¡Aférrese a la fe!

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.