1 Pedro 1:13

Hay tres materias que han resistido la prueba del tiempo como un criterio confiable para la educación fidedigna. Se paran como centinelas disciplinados en contra de uno de los enemigos más grandes del ser humano: la ignorancia. Bloques originales de granito, no impresionados por estilos educacionales, inmutables ante los cambios, estas tres amigas firmes son confiables hasta el fin. Como el ungüento en una herida abierta, ellas reducen la fiebre del pánico y dan estabilidad cuando existen muchas voces que demandan la obediencia.

Pero hay una mosca en la leche. . . uno de los bloques de granito comienza a rajarse. . . el centinela se está volviendo somnoliento. El enemigo ha descubierto una grieta en nuestra armadura. Él ha encontrado que, en el siglo veintiuno, la primera de las tres materias está disponible para quien quiera hacer con ella lo que quiera. Y él está sonriendo.

«Envíenme un hombre que lee» ya no es el toque del clarín en la industria y la administración. . . o las ventas, siquiera. Ni es una persona profesional reconocida hoy, como lo fue en el pasado, como alguien que tiene amplio conocimiento. . . y (para pena mía) eso incluye el clero.

Pocas tragedias actuales me causan mayor dolor. Ahora es un hecho de que la mitad de los alumnos que se gradúan de la universidad nunca leen otro libro. Aun cuando un Ph.D. es prácticamente obsoleto en cinco años a menos que él o ella continúe leyendo, muchos optan por la salida fácil. Nos chocaría saber lo poco que lee la persona que nos defiende en la corte o hace una cirugía en nuestros cuerpos o nos da consejo financiero. Aparte de algunas dosis diarias tomadas del guía de la televisión, unas risas viendo las tiras cómicas y una rápida revisión visual de la sección de deportes, muchos norteamericanos nunca abren otro libro o revista.

¡Es increíble! Antes de que los niños lleguen a la escuela, ellos le pueden dar el día, la hora y el canal de una decena de programas de la televisión, pero tienen dificultades para leer libros de lectura básica e infantil. Niños que juegan en la liga infantil de béisbol pueden recitar sin impedimento los promedios de turnos al bate, número de carreras logradas y total de las bases robadas de los jugadores profesionales. . . pero ponga frente a ellos (¡o a sus padres!) una copia del libro Las aventuras de Tom Sawyer y el aburrimiento se manifiesta con la rapidez de un rayo en el verano. Un creciente número de graduados de la secundaria tienen dificultades para comprender los formularios básicos para postular a un empleo.

Suficiente sobre el problema; consideremos los beneficios. Puedo pensar en cuatro. Aquí va el primero:

  1. Leer despeja las telarañas.

La lectura mejora el pensamiento. Hace que los músculos mentales se estiren y se esfuercen. Le da duro a nuestras opiniones tiesas, limitadas e intolerantes a través de ideas nuevas y datos fuertes. Estimula el madurar en vez de envejecer.

La famosa regla de Francis Bacon es tan cierta, tan buena:

«Lea no para contradecir o confundir, ni para creer y tomar por sentado, ni para hacer conversación o discursear, sino para evaluar y considerar. Algunos libros son para ser probados, otros tragados y unos pocos para ser masticados y digeridos».

La lectura nos amplía. Ella satisface esas inquietudes que se hayan muy por dentro. Nos dirige por territorios desconocidos que normalmente no exploraríamos. Mañana compartiré tres beneficios adicionales. Hasta entonces, intente leer algo ampliador.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.