2 Samuel 13: 1—30; 18: 24—33

Al rastrear los peldaños descendientes de las deterioradas relaciones que había en la familia de David, tenemos a Absalón asesinando a Amnón; un hermano asesinando a un hermano. «La espada nunca se apartará de tu casa, David». Aquí lo vemos gimiendo bajo el dolor de esa profecía.

Como si eso no fuera lo suficiente malo, después de que Absalón asesina al hijo de David, y este huye, se presenta la rebelión.

Cuando Absalón huye, se va a Gesur. Allí es donde vivía su abuelo materno, que era el rey de Gesur. Absalón no puede vivir en su tierra, y por eso se va a vivir con su abuelo mientras se cura de sus heridas y arma un plan para liderar después una sublevación en contra de su padre. Absalón encabeza una conspiración contra su padre.

Después de esto, Joab asesina a Absalón. La espada todavía no se ha apartado de la casa de David. La espada no se ha apartado de la casa de David.

David lamenta profundamente el día en que miró a Betsabé, y el haber ocultado el hecho durante un año. Finalmente, como consecuencia de la violación, de la conspiración, del odio y del asesinato, David se encuentra solo en un palacio, sufriendo sin duda, hasta el agotamiento, y de pronto llega alguien corriendo con malas noticias. Absalón ha muerto.

David es un hombre vencido. Cae en un estado de nervios, y solloza como si se hubiera vuelto loco. Se queda sin apoyo. Ha llegado al final de sus fuerzas, golpeando, destrozado, agobiado y confundido. La cosecha de su pecado es más de lo que él puede soportar.

Si usted ha tomado a la ligera la gracia de Dios, si ha andado de puntillas por los corredores del reino, escogiendo pecar o hacer el bien a discreción, pensando que la gracia lo cubre todo, está equivocado, querido hermano. Se ha equivocado completamente. De hecho, es muy posible que esté cosechando ahora mismo el amargo fruto de las semillas que plantó en el pasado. Quizás ahora mismo está viviendo en una situación comprometedora, o al borde de la misma. Está casi llegando a la superficie, esperando que sus consecuencias nunca le alcancen. Pero Dios no poder burlado. Créame. . . le alcanzarán.

Vuélvase a Dios ahora mismo. Entréguele su vida a Él. Así como está, golpeado, destrozado, agobiado y confundido, póngalo todo delante del Él. Pídale que le dé su gracia y fuerzas para enfrentar las consecuencias de manera realista y honesta.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.