Colosenses 3:17
«No te preocupes por los pequeños detalles».
Alguien me dijo eso días atrás. Fue de ayuda . . . en ese momento. Necesitaba el suave toque de la realidad. Siendo alguien que es informal por fuera pero un alma bastante particular y disciplinado por dentro, a veces necesito que se me recuerde que pocas personas siquiera se darán cuenta de la cosa en la que yo tanto me esmero. O siquiera le importará, por decirlo de alguna manera. ¿Entonces? Preocuparse de los pequeños detalles puede, a veces, ser tedioso.
Pero hay otro lado de esa moneda. En mi opinión, la grandeza y la atención al detalle están unidos como por soldadura. Una gran obra musical es así—una orquestación de arreglos cuidadosos llevando a cabo una melodía majestuosa con el sonido pleno de la harmonía. Acordes, ritmo y lírica que conmueven. El grupo coral intérprete también se dedica a los detalles finos. No da mucho lugar para una filosofía que proclama «no te preocupes por los pequeños detalles». Una gran obra literaria es igualmente una excelencia del detalle. Frases son armadas. Palabras son escogidas, formadas, a veces talladas para que combinen de manera precisa para aportar el significado o la descripción que el autor requiere. ¿Y detrás de tal exactitud, tal hermosura literaria? Esfuerzo. Confíe en mí, mucho esfuerzo. Es porque gran literatura, al igual que gran música, se compone no solo de amplias pinceladas de brocha grande sino también de los detalles pequeños, algo que toma tiempo . . . mucho pero mucho tiempo.
Lo mismo sucede con las grandes obras de arte. Mire a los maestros. Observe la elección de colores, la textura, las sombras. Estudie las líneas que hay sobre esa tonelada de mármol sobre el cuál Miguel Ángel puso sus manos. Esas líneas fluidas de la forma de David no fluyen por casualidad. No es un accidente que usted se sorprende al hallar la piedra fría al toque. Algo real debiera tener sangre tibia fluyendo por él. ¿Por qué? Porque el genio italiano dedicó largas horas a los detalles pequeños. Algo dentro de su cabeza no se conformaba con menos que eso.
No es difícil encontrar una base bíblica sólida para tal énfasis en calidad. Considere la magnífica manera en que el tabernáculo fue diseñado y construido. Después, el templo construido durante el reinado de Salomón . . . con sus «ventanas angostas y empotradas», sus vigas elaboradas, la escalera de caracol, los querubines laminados con oro y las piedras labradas «en las canteras, de modo que no hubo ruido de martillo, ni de hacha, ni de ninguna otra herramienta de hierro en el lugar de la obra» (1 Reyes 6:4-8, 28). El nombre de Dios era exaltado cuando la gente observaba el detalle de esa belleza. Aún lo es.
Lo que es cierto de la música imponente, escritos destacados, arte invalorable y construcción de gran calidad también es cierto de la manera en que algunos todavía practican la medicina o las leyes, hacen sus dibujos arquitecturales, enseñan a sus estudiantes, teclean sus letras, predican sus sermones, tocan sus instrumentos, cocinan sus comidas, reparan sus carros, entrenan sus equipos, venden seguros, dirigen un negocio, un hogar, una escuela, un restaurante o un ministerio. Hace que sean puestos en claro relieve . . . claramente por encima del promedio. No es por el dinero, o por la gloria o la fama que pueda resultar. Es simplemente un asunto de un profundo orgullo y compromiso personal. Menos no les daría satisfacción. Todo se reduce a una obra de mano fina, poco común y de calidad.
Decídase, ahora mismo, hacer algo especial en las próximas veinticuatro horas—algo que quizás nadie vaya a notar exceptuando usted y su Creador—en el que usted pueda demostrar hechura de gran calidad. Mientras está decidiendo qué va a hacer, lea con reverencia el primer capítulo de Génesis—y reflexione sobre las obras. A veces las cosas pequeñas son asuntos de gran importancia.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.