Proverbios 6, 13, 16, 20, 21
Procrastinar: diferir o aplazar (Diccionario de la Real Academia Española).
La mayoría de nosotros no conocemos esta palabra, pero si su significado. Una definición concisa nos ayuda a aclararlo mejor. Una persona que deja las cosas para último momento por lo general tiene razones lógicas, excusas válidas y una explicación plausible por su falta de acción. El diccionario Webster define la palabra usada en inglés como «aplazar de manera intencional y habitual alguna tarea». Eso demuestra cuál es el problema principal. Una persona realmente no quiere hacer esa tarea. Una persona así utiliza la palabra «después» pero, en realidad, lo que está pensando es en la palabra «nunca». El mañana siempre está en el vocabulario del que aplaza sus tareas. Se puede decir que este tipo de personas no tiene planes definidos para lograr un objetivo necesario. Simplemente coloca la tarea en algún lugar donde las buenas intenciones se ahogan en medio de excusas.
Seamos honestos, la dilación es, en realidad, un autoengaño. El hecho es que nosotros colocamos prioridades y realizamos aquellas cosas que nos parecen importantes. La forma en que utilizamos nuestro tiempo revela claramente nuestra prioridad. Nos encontramos con un problema cuando nuestras obras reflejan un conjunto de prioridades bastante dudoso. Y por eso cubrimos nuestros errores con excusas y lo llamamos dilación. Permítame dar un ejemplo.
Un hombre dice que su salud es su prioridad. Sabe que debe dedicar al menos cuarenta minutos al día a caminar, andar en bicicleta o hacer algún tipo de ejercicio. Pero, en vez de eso, se sienta en el sillón a mirar la televisión, comer papitas y a tomar refrescos. Sus decisiones revelan sus prioridades. Para él, relajarse frente al televisor es una mejor forma de utilizar el tiempo que hacer ejercicio. Ya que no puede admitir que tiene prioridades equivocadas, excusa su conciencia con la famosa frase: «Lo haré mañana».
A propósito, esta es una historia verídica. Ese hombre casi se muere de un ataque al corazón. Ahora corre más de 40 kilómetros por semana. Antes de su roce con la muerte, no creía que el ejercicio fuera más importante que mirar televisión; lo decía, pero realmente no lo creía. Las consecuencias de su actitud acomodaron sus prioridades. Sus palabras y sus acciones ya no luchan entre sí.
¿Es la dilación su afán diario? No tema. Los proverbios de Salomón vienen al rescate.
Reflexión: Mencione algo que dice que es importante pero que nunca hace. ¿Qué tan difícil es admitir que en realidad no cree que aquello sea algo prioritario? ¿Por qué cree que le sucede eso? ¿Qué sucedería si esta situación ocupara un lugar más alto en su lista de quehaceres?
La forma en que utilizamos nuestro tiempo revela claramente nuestra prioridad.
— Charles R. Swindoll Tweet estoAdaptado del libro, Viviendo los Proverbios (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.