Salmo 119:103
¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!
Más que la miel a mi boca.
Salmo 119:103
Antes del colapso de la unión soviética atea, mi amigo John Van Diest, representó a la Asociación de Editores Cristianos Evangélicos en la Feria del Libro de Moscú. Las autoridades a regañadientes le habían concedido permiso para repartir un limitado número de Nuevos Testamentos en ruso, y había largas filas de personas que esperaban recibir un ejemplar. Cuando la provisión se acabó, un hombre desesperadamente desilusionado preguntó si le podría dar una de las cajas vacías que una vez había tenido esos Nuevos Testamentos.
«¡Pero no hay nada allí!» protestó John. «¡Ya se acabaron las Biblias!» Con lágrimas aflorándole a los ojos, el hombre replicó: «Entonces por lo menos quiero la caja». La Biblia era tan preciosa para este hombre que atesoraba la caja de cartón que había contenido las Escrituras. Ojalá que nuestros ojos se abran al asombroso privilegio de tener la Palabra de Dios escrita y completa en nuestras propias manos.
Adaptado del libro, Sabiduría Para el Camino: Palabras Sabias para Personas Ocupadas (Grupo Nelson 2008). Copyright © 2008 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.