Proverbios 20:1, 23:29-35

Tal como lo leímos ayer, uno puede encontrar problemas de adicción en casi todo lugar. Un condominio lujoso, casas bonitas donde los niños juegan, oficinas eficientes donde se realizan grandes transacciones, barracas militares donde abunda el aburrimiento, equipos deportivos profesionales donde la competencia es feroz y hay mucho dinero envuelto. El problema de la adicción no conoce límites sociales ni económicos.

Sin embargo, no es un problema reciente. Hace siglos, Salomón habla del tema. A pesar de su posición privilegiada en lo intelectual y lo político, sus escritos reflejan una exposición de primera mano.

Salomón aparentemente sufría de alguna adicción personal o conocía la condición de los que estaban cerca de él.

Salomón personificó el alcohol como un ladrón abusivo:

El vino hace burla; el licor alborota. Y cualquiera que se descarría no es sabio (Proverbios 20:1).

Aun cuando a primera vista Salomón pareciera estar hablando del alcohol, una mirada más profunda muestra que en realidad está hablando de la adicción en general. Ni el vino ni una bebida fuerte es en sí mismo algo malo. De hecho, el vino era una parte necesaria en la vida diaria de las personas antiguas. Este jugo de uva fermentado contenía alcohol, que acababa con una bacteria dañina. Cuando s vertía sobre una herida, prevenía la infección. Si se mezclaba con agua, destruía los parásitos. Si se consumía con una comida, reducía las probabilidades del envenenamiento alimenticio. Por estas razones, Pablo le dijo a Timoteo que tomara vino en moderación para su salud (l Timoteo 5:23). Hasta el siglo diecinueve, cuando el agua municipal empezó a ser potable, todos en la familia, hasta los niños, tomaban vino. . .  en moderación y de manera responsable.

Ahora bien, una «bebida fuerte» —o el licor, como menciona el texto— era algo diferente. Esta bebida contenía, sustancialmente, más alcohol que el vino común que se utilizaba en la mesa. Los creadores del licor descubrieron que mezclar uvas con dátiles secos o granadas antes de la fermentación generaba una bebida con un efecto intenso en el cerebro. El mismo proceso se utilizaba para la cerveza. Fermentaban la cebada y la mezclaban con fructosa para producir un contenido más alto de alcohol.

El término clave en ese proverbio es la palabra que se utiliza para «descarriar». El verbo original significa desviarse, errar o ir por el camino incorrecto. El énfasis principal es pecar de manera inadvertida, ya sea por ignorancia o por accidente. En este contexto, el vino y el licor seducen a su víctima así como una prostituta seduce a su amante (ver Proverbios 5:20, 23). Además, este proverbio implica que el pecado no está simplemente en una borrachera sino más bien en un estilo de vida desviado. Las palabras «vino» y «licores», entonces, sirven como sinónimos de adicción o compulsión. Por lo tanto, el descarrío no necesariamente tiene que ver con los efectos del alcohol en el cerebro sino más bien la influencia de la adicción en la vida de una persona.

Reflexión: ¿Cuál es su actitud hacia el alcohol? ¿Qué cree que moldeo su perspectiva sobre el tema? ¿Qué experiencia tiene con el alcoholismo y que impacto ha tenido en su vida? ¿De qué forma la adicción es similar a una prostituta seductora?

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.