Proverbios 23:29-32

Ya hablamos del vino y el licor. La preocupación principal de Salomón y de los sabios no era la sustancia que llamamos alcohol, sino la adicción al alcohol o la compulsión de tomarlo.

La misma relación existe con respecto a cualquier otra sustancia a la cual una persona se vuelve dependiente. Aquellas drogas que alteran la mente, por supuesto, generan los mismos problemas, solo que de manera más rápida e intensa. Estas drogas causan intoxicación casi inmediatamente y muchos de esos químicos causan una adicción fatal, a veces utilizándolos una sola vez. Durante mucho tiempo, las drogas ilegales capturaron a miles de adictos cada año; ahora las drogas de prescripción se han convertido en un problema mayor.

Entiéndame bien. No estoy defendiendo el «uso responsable» de la cocaína o la heroína. Los doctores han demostrado que no existe tal cosa, pero debemos aceptar que la adicción no es motivada por una sustancia en particular, el problema no es externo al adicto. La fuente de la adicción se encuentra dentro de él. Si le quita una droga a un adicto, encontrará otra con que reemplazarla. Si esconde el alcohol en una casa, el alcohólico encontrará otra cosa que utilizar. Los adictos buscan algo que no tienen dentro de ellos. Nota la forma en que Salomón ilustra este deseo por medio del siguiente proverbio:

¿Quién tiene angustia? ¿Quién siente tristeza? ¿Quién es el que siempre pelea? ¿Quién está siempre quejándose? ¿Quién tiene moretones sin motivo? ¿Quién tiene los ojos rojos? Es el que pasa muchas horas en las tabernas, probando nuevos tragos. No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo burbujea en la copa, ni en lo suave que se desliza. Pues al final muerde como serpiente venenosa; pica como una víbora (Proverbios 23:29-32).

Las preguntas que aparecen en el texto describen un dolor interno que todos experimentamos, pero ciertamente en mucho menor escala que una persona adicta. Aunque todos tenemos dolores, conflictos interpersonales, quejas y heridas emocionales profundas, estas pueden intensificarse más por medio de una adicción.

Una persona adicta busca consuelo en una sustancia, pero lo único que encuentra es una distracción temporal seguida de consecuencias físicas poco placenteras.

«Lo enrojecido de los ojos» no solo se refiere a lo que le sucede a los ojos después de llorar sino también a la apariencia de los ojos de la persona que sufre de una resaca.

Una persona saludable sufre dolores, contenciones, luchas y heridas sin necesidad de alcohol ni drogas, pero los adictos desean la distracción que ofrece la sustancia. Nota cómo los adictos se detienen a mirar el «vino». Se obsesionan con la apariencia de la bebida hasta perderse en esta experiencia física. En vez de encontrar alivio, los adictos sufren dolores más profundos. La «mordida de la serpiente» no es simplemente una picadura venenosa; la expresión denota el momento cuando una serpiente paraliza a su presa antes de consumirla.

Reflexión: Quienes son propensos a las adicciones tienen varios rasgos de personalidad común. ¿Algunas de las siguientes palabras le describen a usted o alguien cercano a usted?

  • Comportamiento impulsivo o dificultad.
  • Un mal equilibrio en la vida. Una actitud de «todo o nada».
  • Poca tolerancia al dolor emocional.
  • Un historial familiar de adicción.

Estos rasgos por sí solos no hacen que una persona se vuelva adicta, sin embargo, sugieren que esa persona debería ser consciente de que su dolor emocional puede llevarlo a un escape compulsivo.

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.